Lo más inquietante de la película es que se basa en un experimento que se llevó a cabo de verdad, en los años 70 (llamado El experimento de la cárcel de Stanford, a cargo del doctor Philip Zimbardo). Tras ver la peli, leí unas cuantas cosas sobre dicho experimento y me quedé pasmada, no sólo por lo espeluznante del asunto, sino porque la película es bastante fiel a lo que sucedió (pese a estar basada en una novela que, a su vez, se basa en el experimento).

La película saca a relucir la mierda humana, y no me quedo corta al decirlo de este modo. Les das un poco de poder a unos cuantos tíos que llevan vidas normales y corrientes, aparentemente buenos padres y maridos, y en pocos días se convierten en unos malditos hijos de perra que pierden de vista toda perspectiva ante la embriaguez que les provoca poder dar rienda suelta a sus instintos más miserables. Y lo peor y más horrible es que la mayoría de ellos se toman tan en serio su papel, que creen que las atrocidades que están cometiendo están justificadas.

La película está bien ambientada y los perfiles psicológicos están bastante bien trazados, aunque no se profundiza demasiado en cada uno de ellos, sino más bien en los que van a jugar un papel más determinante en el argumento. Es decir, destacan unos pocos presos (uno en especial, que viene a ser el prota, porque es el que aparece primero y del que sabemos más cosas) y unos pocos guardias, siendo uno de ellos el más odioso y el resto marionetas (en mayor o menos medida).

¿Cosas que fallan en la película? Bueno, para empezar, la historia de amor está bastante fuera de lugar, o está mal planteada y peor desarrollada, como traída por los pelos. Tampoco me convence el triste papel que juegan los científicos responsables del experimento (o son muy confiados, o son idiotas, o las dos cosas).

¿Cosas que me gustaron? La claustrofobia que trasmiten los escenarios, y el modo en que algunas escenas de fuerte carga emocional y visual hacen que empatices con los presos y quieras estar allí para hacer algo, o para aplastarle la cabeza a un guardia.

Si uno de los objetivos de la película era que el espectador formara parte del experimento, conmigo lo lograron: mientras duró la película, yo fui un preso, yo odié a esos malditos guardias de pacotilla, y les aseguro que afloraron en mí unos instintos de los cuales no sé si sentirme demasiado orgullosa.

Inquietante...