Taika Waititi sorprende a los espectadores con una película que roza lo irreverente desde la inocente mirada de un niño que se divierte en tiempos de terror jugando con el monstruo que debería aterrorizarle...y lo hace con un sentido del humor notable y una sensibilidad sobresaliente.
La historia que, al parecer ha escandalizado a los retrógrados de siempre, tiene componentes históricos que te llevan a comprender cómo se pudo dar algo tan terrible como el Tercer Reich. Un pueblo, el alemán, que puso en sus manos el destino de una nación y del mundo entero. Waititi no quiere convencer a nadie de nada pues no trata de dulcificar la historia si no de que la veamos a través de los ojos de un niño. Un niño de diez años no es un nazi...es un niño de diez años que juega en el ambiente que le ha tocado. No juzga a nadie y, por eso mismo, no debe ofender a nadie. No banaliza el horror, no lo disfraza, no lo altera.
SER O NO SER o EL GRAN DICTADOR tocaban el tema desde la comedia y infinidad de películas lo han hecho desde diferentes perspectivas aportando unas visiones complementarias. Aquí lo vemos a través de los ojos de la inocencia que, sin duda alguna, había en los niños de las juventudes hitlerianas.
El niño protagonista está excelentemente dirigido y con una presencia continua en pantalla es merecedor de premios y acreedor a una carrera dentro del mundo audiovisual. Transmite con sus gestos y su mirada todos los sentimientos que se le suponen al personaje en cada momento. Brillantes como siempre Sam Rockwell y Scarlett Johansson que disfrutan con sus personajes. El resto del reparto, incluido Waititi, acompañan la acción de una película que podía haberse quedado en parodia pero que, gracias a sus múltiples virtudes, está llamada a convertirse en un clásico.
Gran ambientación, fotografía, maquillaje, vestuario y una excelente banda sonora de Michael Giaccino que nunca defrauda.
Una verdadera sorpresa.