Parecía difícil, parecía complicado, !imposible! clamaban muchos, pero McG lo ha conseguido, tras mucho esfuerzo, sin duda, empeñado en la tarea: ha hecho aún algo peor que Terminator 3. Lo temíamos, es cierto, lo presagiábamos íntimamente, pero guardábamos como oro en paño en nuestro interior el beneficio de la duda; ha sido inútil, la realidad se ha impuesto, otra saga histórica más, y son ya demasiadas (Star wars, Alien, Indiana Jones, etc.) vertida por el retrete para penuria de los crecidos en sus entretelas. La industria, maquina voraz y fagocitadora sin sentimientos ni corazón, lejos de respetar las creaciones majestuosas de la ciencia-ficción y aventura contemporáneas se agarra a ellas, las desentierra, las desarraiga de sus directores originales (Cameron, Scott, etc.) les elimina su idiosincrasia auténtica y las pone en manos de novatos que se dedican a rodar videoclips musicales de 110 minutos de duración, destruyendo por el camino los elementos dramáticos de la saga (que si, señores, existían) y bajo un barniz engañoso donde se incluyen la banda sonora original y el nombre de los personajes protagonistas, intentan hacer pasar por un film más de la saga. Pero no, el tocomocho para los levemente avezados nunca podrá funcionar; Terminador siempre fue la lucha antagónica, titánica, épica, entre dos personajes que centraban el desarrollo de la película, Terminador fue la colocación en un espacio-tiempo actuales de vestigios de civilizaciones posteriores, Terminador fue el amor y la devoción de una madre por salvar primero a su hijo no nato y posteriormente a su hijo adolescente, Terminador fue la persecución agónica, la huida de una muerte anhelante que lejos de portar una guadaña o conducir una barcaza cual Caronte sobre el río Estigia tenía nervios metálicos y voz de ventrílocuo, y ante todo, por supuesto, Terminador siempre fue Arnold Alois Schwarzenegger. ¿Qué nos queda de todo esto en esta entrega? Poco ciertamente, el guiño a los Guns N´Roses y su You could be mine y el homenaje último y agradable al rostro de Arnie. El resto, acción vacua, gratuita y deshilachada que Bale, por mucho carisma que porte, no puede soportar sobre sus hombros en pos de hacer trascender a la película, enredado en un mundo apocalíptico copiado al de Mad Max, donde las anguilas mecánicas conviven con un gigante a medio camino entre Polifemo y el muñeco de malvavisco (llamado erróneamente en España de Michelin) de los cazafantasmas.
Y algo que no me dejo de preguntar compulsivamente… ¿qué demonios pinta en todo esto Sam Worthington?