Solo con ver la precisión y lo que nos cuenta (subrayado por una poderosa música de Henry Mancini) a través del largo plano secuencia, con el que atravesamos la frontera entre México y EEUU, con el que abre la película, ya sabemos que estamos ante algo verdaderamente grande.
Se ha escrito y dicho tanto y tan bien sobre esta joya, que me limitare a expresar, lo que a mi juicio, la hace verdaderamente excepcional y que no es otra cosa que la forma que tiene de contar una investigación policial sobre el asesinato del poderoso Linneker, en la que se enfrentan las personalidades del orondo misántropo policía corrupto, Hank Quinlan (Orson Welles) y la del recto y recién casado (Janet Leigh) policía mexicano agente Vargas (Charlton Heston): con una mezcla de expresionismo alemán, planos enfocados con sombríos y novedosos movimientos de cámara, de tal forma que te atrapan y te cuentan mucho mas de la acción central que muestran, una excelente e hipnótica fotografía, en la que el manejo de las sombras es sencillamente sorprendente, unos diálogos acorde con el espíritu del film y un magnifico plantel de actores, en el que sin querer menospreciar a ninguno, Orson Welles esta soberbio, haciendo una de las interpretaciones más poderosas y subyugadoras que he visto nunca en una pantalla (la secuencia en la que por primera vez vemos el encuentro entre Welles y Marlene Dietrich te pone los pelos como escarpias, de la intensidad que desprende).
Si tuviera que escribir de los innumerables aciertos y escenas apabullantes que atesora este film, me faltaría mucho espacio, por lo que rematare esta humilde y rendida reseña, subrayando que por nada del mundo (en el improbable caso de que no la hayas visto) te la deberías perder, siendo una magnífica ocasión para revisitarla la versión Director cut, que es el motivo por el que he vuelto a verla.
Imprescindible.