Me siento en la butaca del cine consciente de que Coixet es de las pocas capaces de sumergirme completamente entre silencios y música, y más silencios. Y sin embargo, me levanto de mi butaca con una sensación agridulce, como cuando no consigues hacerte el largo entero de la piscina. No me he sumergido del todo. No entiendo sus parentesis, sus cambios de ritmo y sus momentos de ir al servicio. La película es lenta, con dialogos muy densos, con silencios muy largos. Todo es un colage. Cada secuencia es un cuadro nuevo. Con un nuevo color. Cada tema está visto con una pincelada diferente. Es una historia de historias. Una historia de vejez, de sexo, de amor, de lujuria, de muerte, de inconsciencia, de compatibilidades e incompatibilidades… Cada historia tiene su color, el sexo, desde su oscuridad e intimismo con todos los planos a contraluz y la sutileza de la lujuria bien retratada, la vejez, desde su pureza y el blanco de la pista de tenis, la muerte, desde la oscuridad y la soledad de una habitación vacía, el amor, desde el azul y eternidad del mar… Sin embargo, todos estos cuadros no me parecen más que escaparates bien diseñados. No profundiza. No quiero que me cuenten una historia de amor con fotografía bonita en una playa. Penélope Cruz es guapa, Penélope Cruz con el pelo largo y ropa bonita es guapa. Penélope Cruz con el pelo largo, la ropa bonita y la playa de fondo es guapa. Y sólo es guapa, y sólo me aporta eso la película. No me creo al personaje, no me creo la historia.
No quiero fotos de amor. Esto no es un videoclip. Aplaudo, sin embargo, a una gran banda sonora que acompaña cada momento, y ese obóe mezclado con la cámara lenta de final, (que bien me recordó a Closer), casi me saca una carcajada, frente a la frivolidad de la secuencia me gusta. Pero sigue sin hacerme reir del todo. Esta película se queda siempre en el medio, y en este caso no está ahí la virtud. Por su parte, Ben Kingsley me encandila mientras que Penélope Cruz no llega casi a convencerme. El actor interpreta con la mirada, y me convence. Creo que es la parte más sobresaliente de la película. “Pe” por su parte, me vuelve a resultar una “actriz poses”, me parece estar viendo una foto de revista de peluquería cada vez que dice una palabra. Y valga la redundancia, las poses para la fotografía que tiene que hacer en diferentes secuencias, me parecen igual de artificiales que toda su actuación durante las dos horas que dura. Cero patatero. No me la creo. No quiero a Coixet en Hollywood. Quiero a Coixet desde el intimismo al que me tiene acostumbrada. Desde diálogos con sentido, desde historias sublimes. Lejos de tópicos y de citas con voces en “off” facilonas para remarcar lo que ya se sobreentiende. y lo que se tendría que ver sólo con mirar. Porque la película se entiende pero no se clava a fuego. No quiero a Coixet hollywoodiense. Por favor, vuelve.