Se podría considerar que es algo preocupante que cada vez sea más fácil el convencerme para que vea una película, cualquier película, no importa el tipo, la duración, simplemente hay que encontrar la frase adecuada para que me decida a verla sin ninguna duda. En este caso fue algo así: en la película la tierra está dividida en grupos que luchan entre ellos, uno de ellos se llama Bauhaus. Más que por la lucha, quise ver la película por Bauhaus, no por recordarme al grupo de los 80, era por la escuela de la Bauhaus, cuna de grandes artistas. Ya sabía que nada tenía que ver una cosa con otra, pero aún así me gustó el nombre y me dispuse a ver la película. Disposición, intención de aceptar cualquier película con interés.

La película comienza con fuerza, una breve explicación para ponernos en situación y una batalla, entre Bauhaus y Capitol, justo en las líneas enemigas. Allí unos fornidos hombres con su ropa de guerra se bombardean unos a otros, pero casualmente estaba lloviendo y no podía dejar de lado un hecho insólito que nada tenía que ver con la historia en sí: no importaba desde donde grabaran la escena, la lluvia siempre iba en la misma dirección. Impresionante. Alguna vez cambiaban la dirección, supongo que para disimular, pero entonces lo vi claro, se les olvidó que si está lloviendo, además de ir mojados, se tiene que notar que les cae agua encima, gotear, por ejemplo. Pero también tardaron en reaccionar con esto, hasta la última parte de este tramo no había ni una sola gota que cayera sobre ellos. Luego ya decidieron que a los dos actores principales les chorreara agua sobre el casco. Eso sí, el efecto del agua a estas alturas ya lo dominaban con una pericia asombrosa. ¡Cuánta lluvia!

Claro, la película iba de mutantes guiados por la máquina que quería dominar el mundo, lo recordé cuando apareció el primer ser alopécico con un brazo en la derecha y una especie de pata de crustáceo en la izquierda. Mutantes contra soldados, cualquiera puede imaginar que llegó la hora de la heroicidad. La guerra ha despertado a la bestia.

Unos monjes velaban por los dulces sueños de la máquina que estaba sepultada bajo tierra, pero como maneguetas que son los humanos incluso en 2707 (año arriba, año abajo), había que calmar de nuevo el oportuno aparato creador de semi-crustáceos y comenzó la acción, se pusieron en marcha para solucionarlo todo de nuevo. Monjes ayudados por soldados de élite, de equilibrada índole racial, incluyendo a dos mujeres, una de ellas monja, de las que acabas pendiente porque te dices: ¿esa? ¡Cuando esa ataque, todos muertos!

(sigue, sigue, sigue, sigue...)