Viggor Mortensen. Ese actor que, después del pelotazo de El señor de los anillos, podría haberse dedicado a hacer blockbusters hasta el fin, pero en su lugar decidió hacer las películas que él realmente quería hacer (básicamente cine independiente). Ole por él. Así se ha forjado una carrera post-Aragorn con títulos tan interesantes, bizarros y diversos como The Road, Appaloosa, Todos tenemos un plan, Jauja, Good, Promesas del Este, Las dos caras de enero o Alatriste.
Captain Fantastic es otro paso más en su consciente camino hacia la inconformidad y la versatilidad. Una comedia dramática (o drama con toques cómicos) acerca de un padre que se ha pasado años viviendo apartado de la sociedad con sus seis hijos, y al que un dramático giro del destino obliga a volver a la civilización. La idea es buena, la película tiene una sensibilidad extraordinaria (ver las tramas de los hijos o el momento en que el protagonista llora en el coche, por no mencionar el final al ritmo de Guns 'N Roses) y Mortensen está realmente soberbio, como el actor de primerísimo nivel que es. Sin embargo, la cinta de Matt Ross tiene un problema, que es la duración. Con 90 minutos hubiera sido más que sificiente, y se va casi a los 120, alargando tramas y metiendo dramatismo con calzador.
Con todo, un notable ejercicio de reflexión sobre el amor entre padres e hijos y las decisiones que se toman en familia y no gustan a todo el mundo.

Lo mejor: Viggo Mortensen y la sensibilidad de la propuesta
Lo peor: Le sobra media hora