Tanananana tanananana naaaaa tanananana tananananaaaa ¡Shaaaaft!

Ahí va la reivindicación de un oscuro género perdido que por allá finales de los setenta principio de los ochenta fundía cerebros sin reparo junto a otros inclasificables fenómenos como los de las películas Grindhouse ya homenajeadas por Tarantino y Robert Rodríguez más recientemente (próximamente crítica de Machete, ojo ahí). Porque este género no dejaba de ser un Grindhouse algo peculiar, el de negratas, el de la blackxplotation y mírame que chulo que soy y que bien me enrollo, de tipos carismáticos e historias surrealistas.

Y eso es lo que es precisamente esta revisitación de Shaft si bien algo más comedida y seria, lo justo para hacerla interesante al público actual pero manteniendo esos ingredientes que hacen reconocibles sus orígenes: un guión decente pero maniqueísta e ingenuo a tope, un libreto lleno de frases de chulazo para Shaft, los cochazos, los amigos garrulos, las chicas calientes (negras, por supuesto) y los villanos más cómicos y estúpidos que malvados, ¡ahí está la blackxplotation!

Si a esto se le suma el sucio Nueva York, el de las calles de Shaft por encima de la calle 100, una dirección competente, una banda sonora cojonuda en concordancia con los temas míticos del original y una actuación a la medida de Samuel L. Jackson, que era el candidato perfecto para resucitar al poli negrata, el resultado se acerca como mínimo a lo respetable.

Realmente toda una sorpresa y un homenaje muy digno, una película que pese a lo maniqueísta de lo que cuenta puede verse, y que precisamente lo hace con tal gracia que es uno de los encantos de la historia, como los ojos de Vanessa Williams.