En sintonía con la película, lo primero que me asalta es la siguiente duda: ¿tiene sentido volcar una crítica de un film estrenado hace 42 años, y que hoy en día pocos o nadie seguirán viendo? Seguramente, de haber sido uno de los espectadores de antaño, ni me lo plantearía, pero como no había visto la cinta sinó hasta ahora (102016) -y encuentro en ella plena vigencia- me animo a hacerlo aún a riesgo de que nadie la lea.
Del dúo Brecht-Losey no esperaba nada menos que una obra singular, ciertamente teatral y atravesada por parlamentos, reflexiones y discusiones que el guión adaptó lo mejor posible para el género cinematográfico.
En tiempos de fanatismos religiosos devenidos en actos terroristas -otrora guerras, invasiones, progroms, genocidios, etc.- la discusión sobre la prevalencia del pensamiento científico sobre la cosmovisión místico-religiosa, sigue teniendo tanta actualidad como supo tenerla en los albores de la modernidad, tiempos inmediatos posteriores al renacimiento que vinieron acompañados de una explosión de conceptos filosóficos y científicos, los que a la postre posibilitaron que hoy, en el S.XXI, "el modus vivendi" de la mayor parte de la población mundial sea inconcebible sin la disponibilidad de los instrumentos tecnológicos que coadyuvan al desenvovimiento cotidiano de las personas.
Sobre la historia en sí, no caben dudas que hay en ella una dialéctica entre hechos y dichos del pasado y el pensamiento brechtiano del S.XX, merced a la cual el autor pone en boca del personaje conceptos que son mucho más propios de su tiempo que de los de Galileo, a menos que este -además de eminente científico- también se hubiera anticipado a Kant, Hegel, Marx, Nietsche, Heidegger e inclusive Freud, por nombrar solo algunos genios posteriores. Y si bien por momentos el anacronismo resulta algo "incómodo", es tan rico el contenido de los pensamientos, que se hace aceptablemente tolerable.
También abunda en el film información sobre la labor científica de Galileo, su contexto socio-histórico y hasta sus circunstancias personales y familares (aunque la mayor parte del texto se la lleve la dialéctica reflexiva); de modo que en conjunto creo poder afirmar que Losey -dueño de una estética y un humor de neto corte inglés- ha hecho una gran película, vigente, y que debería ser repuesta por la importancia del tema y la calidad de su tratamiento.
Sin lugar a dudas, la recomiendo.