Entre las migrantes de países limítrofes que llegan a Argentina a emplearse como domésticas, hay una expresión común a todas que éstas suelen dar a sus "patronas" cuando deciden abandonar el trabajo: "no me hallo". Quien la escucha, sabe que es una frase sin retorno... Y lo traigo a colación porque -a mi entender- guarda analogía con una especie de "extranjería camusiana", cierto desarraigo territorial y existencial (o existencialista, lo cual es socio-históricamente contemporáneo con la datación del film), que perdura de principio a fin y signa la subjetividad y circunstancias externas de los principales protagonistas, ya sea como amantes o individualmente. Y me explico...:
Hasta fines de la 2º G.M., durante la cual Polonia padeció como el que mas las inefables miserias del nazismo, incluyendo (quizás como venganza antisemita a la política inmigratoria judía que siglos atrás había promovido su legendario rey Karol) el emplazamiento en su territorio de campos de concentración y exterminio, éste no era un país comunista. Y tras ella, terminó anexada al régimen soviético, imponiéndosele una forma de vida opresiva condicionada por la potencia extranjera (tanto así, que justamente de allí es de donde surge Karol Wojtyla-Juan Pablo II, papa que la postre fue quién más influyó espiritual y políticamente en la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la URSS). Y su pronta y forzosa conversión comunista -si bien provechosa para burócratas beneficiados por el régimen-, tampoco fue de por sí condición suficiente como para transformar a un pueblo mayoritariamente eslavo y católico, de fuerte acervo cultural y religioso y con rico y singular folclore autóctono, en población afín al nuevo sistema. De hecho, a poco de empezado el film, el protagonista interpreta al piano (¿simbólicamente?) una pieza del nacionalista Chopin. Y tampoco transcurre poco tiempo entre la formación del cuerpo de música y danza que éste dirige artisticamente junto a una (¿aparente?) ex amante y el avance de la politización propagandística soviético-stalinista sobre el contenido del espectáculo que ofrecen. De ahí que, poner el acento crítico sobre este fenómeno -si bien sin desmerecer lo mejor de la técnica cinematográfica del film, como su fotografía, iluminación, música y danza, aunque no así el uso de principio a fin del blanco y negro, que nos priva de los maravillosos colores de personas, vestuario y paisajes-, es entender que en ello radica el trágico existencialismo postromántico del vínculo, una característica que si bien por entonces no estaba masificada, ya era propia del liberal ambiente artístico del que forman parte la pareja protagónica.
Así y todo, la contextualización que uno pueda hacer del film, no es de por sí fuente de virtud que abone a una película que no ahonda en la génesis y dinámica del amorío que le sirve de leit motiv a la historia. Por el contrario, su caprichoso devenir obsesivo, se funda y manifiesta primordialmente en la atracción erótica -nada ajena a las consecuencias del complicado pasado intrafamiliar de una joven que se apasiona por un hombre que la duplica en edad-, y su afinidad artística -si se quiere, metafísica- entre dos seres que, cada cual a su modo, padecen un desarraigo que pone en crisis sus alma ambivalentes. Su individuación exiliada...
Por último; el título: en sentido estrictamente semántico, nada hay en "Zimna Wojna" de "Guerra Fría". No lo hay en las características del vínculo que une a los protagonistas, ni en el contexto en que se desenvuelve la historia. A mi parecer su uso es meramente demagógico y/o comercial. Y si ha tenido alguna otra intención, no la comprendo...
En síntesis: mediocre resultado final -ni bueno ni descartable-, aunque sea fruto de la sumatoria de algunas partes muy bien logradas.