Las dos primeras historias, Los Angeles y Nueva York son las que menos me han cautivado.

Pero, le pesa el sueño en los ojos, sin embargo aún tiene tiempo para hablar un buen rato, y contar una historia, que sorprenderá a los borrachos que viajan con él. Hará que se vuelvan tiernos, que le escuchen con gran atención, y se ganará su aprecio (y ya no se pelean entre sí, por cierto, que esto es bastante cómico).
Excelente la última historia, es cálida, en absoluto fría, a pesar de las heladas calles. Y sí, los de Helsinki saludan a la gente, y son bastante educados, no es cierto todo lo que nos cuenta Aki Kaurismaki.

El taxista de Roma (inmigrante), Roberto Begnini, parece que está trastornado, no para de decir animaladas que te hacen soltar una carcajada detrás de otra, es buenísimo. Esas frases, ese charlar como un lorito, esos suspiros, esa figura inmóvil en la parte de atrás del coche, de piedra se queda. Es interesante de principio a fin.

La historia de París es especial, te partes de risa, minuto sí, minuto también (no soy racista pero conduces como los negros). A la vez te hace pensar, la gente no sería tan superflua e insensata si supiera que un ciego ve más que nosotros, pobres imbéciles. Esta es una verdad inmensa y me ha impresionado por su sencillez.

Esta ciudad Paris es altiva, al igual que Roma, llevan ahí contemplando siglos de historia e historias, y eso se nota.
Helsinki es fría de clima, pero parece que no de carácter, en cualquier caso siempre hay lugar para el festejo.

Nota alta como no podía ser de otro modo 7.5 sobre 10.