Somos testigos en esta película, de la metamorfosis de un genial Michael Caine de penetrante mirada, al inicio de esta sórdida película, vemos a un frío y elegante asesino a sueldo de la mafia londinense que tras enterarse del asesinato de su hermano, decide viajar a su Newcastle natal para investigar quien es el responsable y acabar con él. Esta ciudad del norte de Inglaterra es retratada como un lugar frío, sórdido y lluvioso, gris e industrial, un sitio plagado de lúgubres casas llenas de goteras, como la de su hermano, en donde Carter le encuentra dentro de su ataúd sin nadie que vele por él.
Poco a poco Carter comienza a moverse por este ambiente, lleno de tristes pubs, hipódromos, edificios casi en ruinas, embarcaderos de agua negra y un asolado aspecto postindustrial, que casi había conseguido borrar de su memoria, mientras vemos como su fachada de sofisticado y elegante gentleman londinense de exquisitos modales, educada pose y trajes caros, comienza a derrumbarse, dejándonos ver al lascivo, malhablado y frío asesino que existe debajo, un asesino cada vez con más sed de venganza y lujuria, que no dudará en seducir o asesinar a las chicas o matones que se le pongan por delante incapaz de sentir ningún tipo de empatía por ellos, tan solo su sobrina despierta algo de ternura en el.
La banda sonora mezcla la oscura psicodelia del movimiento Northen Soul, tan de moda en los clubs proletarios del norte de Inglaterra en los 70, con una hipnótica melodía que suena al principio y al final de la película, un final que por cierto, resulta ser de lo más austero, desolador y frío que recuerdo desde Henry retrato de un asesino.