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Terror
Cosas extrañas comienzan a suceder en casa de los Graham tras la muerte de la abuela y matriarca, que deja en herencia su casa a su hija Annie. Annie Graham, una galerista casada y con dos hijos, no tuvo una infancia demasiado feliz junto a su madre, y cree que la muerte de ésta puede hacer que pase página. Pero todo se complica cuando su hija menor comienza a ver figuras fantasmales, que también empiezan a aparecer ante su hermano. (FILMAFFINITY) [+]
29 de septiembre de 2018
185 de 266 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como lo leéis. En opinión de un servidor, estamos ante un de los mayores, hype & bluf (me lo acabo de inventar, pero podría ser un género en sí) de los últimos tiempos.
Pero empecemos concediendo al César lo que es del César. En su primera mitad, aproximadamente, ‘Hereditary’ sorprende al “buscador de sustos” con un drama familiar bastante crudo donde, por ejemplo, las madres no son precisamente esas instituciones familiares tiernas, cariñosas y protectoras a que estamos acostumbrados en el relato fílmico tradicional. Las pérdidas familiares se suceden (unas más terribles que otras) y el film se centra en el difícil y distinto modo de lidiar con ello de la madre, el padre y el atribulado hermano adolescente. Como devastador drama familiar funciona bastante bien, aunque uno debe echarle paciencia si espera encontrar en tiempo prudencial el terror prometido.
El problema es que durante toda la parte central, tras el primer giro trágico del guión (por cierto, de una incoherencia que trataré en los spoilers), el ritmo de ‘Hereditary’ baja ostensiblemente hasta casi el bostezo. Quizá hay demasiado drama, demasiada búsqueda de atmósfera y poca “chicha”. Y no hablamos del ritmo visual, de duración de los planos, sino del ritmo del guión, del de los acontecimientos. Tampoco hablo de la típica retahíla de sustos o escenas terroríficas para mantener la tensión, sino del escaso ritmo interno de la narración, la falta de una dirección clara del relato, un saber hacia dónde va la trama, qué nos quieren explicar, más allá del cosquilleo en las tripas que puede provocar su cierta atmósfera. En cambio, nos encontramos una sucesión de acontecimientos como mucho inquietantes, que sin embargo resultan débilmente conectados entre sí (sin una secuencia causa-efecto fuerte y significativa), confusos, heterogéneos, piezas de un relato que nunca acaba de cuajar, que no genera sentido.
Pero lo peor viene cuando ‘Hereditary’ se adentra, en el previsible y manido universo paranormal de las médiums y las ouijas. Aquí es donde queda herido de muerte un film que pretende ser (o al menos así nos lo han vendido) un “game-changer”, esto es, que viene a cambiar las reglas del juego del terror. Esto ya lo habíamos visto recientemente, por ejemplo, en ‘Poltergeist‘, ‘El Orfanato’ o ‘Insidious‘, por citar sólo unos pocos de ejemplos de todo un subgénero. Y personalmente, ese subgénero siempre me ha parecido la forma más aburrida de constreñir el ya de por si manido universo de los espíritus(buenos, atormentados y/o malignos) a unas estrictas reglas del tipo “si haces esto pasará indefectiblemente aquello”. Esa manera de domesticar los fenómenos paranormales, de pretender que se puede invocar a un espíritu siguiendo una receta como quien hace un bizcocho, además de ser digna de la peor superchería de tarot televisivo, es como querer ponerle puertas lógicas a un campo que debería ser el reino de lo ilógico y lo etéreo.
Todo este batiburrillo argumental impide al espectador generar unas mínimas expectativas sobre los próximos acontecimientos, con la consiguiente falta de impulso dramático, y sólo permite conectar con el film y el suspense por la sobada vía del espiritismo de manual. Todo ello superoriginal.
Si hasta entonces, y aún pese a lo antedicho, el film había mantenido una cierta contención en lo referente al terror puro y duro, ya en el último acto, Ari Aster quita el freno de mano, abre de par en par las puertas del infierno y saca toda la artillería de pesada de fenómenos, sustos y terror. Sin embargo, ya es tarde y todo llega demasiado de golpe. Tampoco hace Hereditary gala de una gran originalidad en la puesta en escena del suspense y el terror, salvo algún plano realmente inquietante. Aster se decanta por recursos tan gastados como la omnipresencia de la música en inquietante in crescendo, la consabida y exasperante repetición de golpes de sonidos para puntear los sustos, o las constantes miradas aterrorizadas fuera de cuadro para dilatar la tensión sobre lo que los personajes están viendo. Y el recital de caras de Toni Collette, que eso sí, se marca un impresionante tour de force interpretativo. Sin embargo, el repertorio de rostros desencajados de la Collette, ora asustada ora desquiciada, no alcanza para salvar el film del naufragio narrativo.
En pleno festival del horror, tan desatado como descolocado está el espectador a estas alturas, también se desata Annie que nos recuerda a madres de miedo como la Samantha Eggar de ‘Cromosoma 3’ (‘The Brood’, David Chronenberg, 1979). Y así llegamos un final que remite en cierto modo a ‘La Bruja’ (The Witch, 2015), aunque el film de Robert Eggers está a años luz como ejemplo de terror psicológico, de atmósfera malsana, que no necesita recurrir a sustos de tercera, ni fascinarnos con la historia detrás de la trama.
Acabado el film, prácticamente la totalidad de los espectadores no ha entendido nada. La tentación de acudir a Internet es tan grande como el volumen de artículos que nos explican qué demonios acabamos de ver, la historia detrás de ese cóctel sin sentido que es la trama de ‘Hereditary’.
Pero empecemos concediendo al César lo que es del César. En su primera mitad, aproximadamente, ‘Hereditary’ sorprende al “buscador de sustos” con un drama familiar bastante crudo donde, por ejemplo, las madres no son precisamente esas instituciones familiares tiernas, cariñosas y protectoras a que estamos acostumbrados en el relato fílmico tradicional. Las pérdidas familiares se suceden (unas más terribles que otras) y el film se centra en el difícil y distinto modo de lidiar con ello de la madre, el padre y el atribulado hermano adolescente. Como devastador drama familiar funciona bastante bien, aunque uno debe echarle paciencia si espera encontrar en tiempo prudencial el terror prometido.
El problema es que durante toda la parte central, tras el primer giro trágico del guión (por cierto, de una incoherencia que trataré en los spoilers), el ritmo de ‘Hereditary’ baja ostensiblemente hasta casi el bostezo. Quizá hay demasiado drama, demasiada búsqueda de atmósfera y poca “chicha”. Y no hablamos del ritmo visual, de duración de los planos, sino del ritmo del guión, del de los acontecimientos. Tampoco hablo de la típica retahíla de sustos o escenas terroríficas para mantener la tensión, sino del escaso ritmo interno de la narración, la falta de una dirección clara del relato, un saber hacia dónde va la trama, qué nos quieren explicar, más allá del cosquilleo en las tripas que puede provocar su cierta atmósfera. En cambio, nos encontramos una sucesión de acontecimientos como mucho inquietantes, que sin embargo resultan débilmente conectados entre sí (sin una secuencia causa-efecto fuerte y significativa), confusos, heterogéneos, piezas de un relato que nunca acaba de cuajar, que no genera sentido.
Pero lo peor viene cuando ‘Hereditary’ se adentra, en el previsible y manido universo paranormal de las médiums y las ouijas. Aquí es donde queda herido de muerte un film que pretende ser (o al menos así nos lo han vendido) un “game-changer”, esto es, que viene a cambiar las reglas del juego del terror. Esto ya lo habíamos visto recientemente, por ejemplo, en ‘Poltergeist‘, ‘El Orfanato’ o ‘Insidious‘, por citar sólo unos pocos de ejemplos de todo un subgénero. Y personalmente, ese subgénero siempre me ha parecido la forma más aburrida de constreñir el ya de por si manido universo de los espíritus(buenos, atormentados y/o malignos) a unas estrictas reglas del tipo “si haces esto pasará indefectiblemente aquello”. Esa manera de domesticar los fenómenos paranormales, de pretender que se puede invocar a un espíritu siguiendo una receta como quien hace un bizcocho, además de ser digna de la peor superchería de tarot televisivo, es como querer ponerle puertas lógicas a un campo que debería ser el reino de lo ilógico y lo etéreo.
Todo este batiburrillo argumental impide al espectador generar unas mínimas expectativas sobre los próximos acontecimientos, con la consiguiente falta de impulso dramático, y sólo permite conectar con el film y el suspense por la sobada vía del espiritismo de manual. Todo ello superoriginal.
Si hasta entonces, y aún pese a lo antedicho, el film había mantenido una cierta contención en lo referente al terror puro y duro, ya en el último acto, Ari Aster quita el freno de mano, abre de par en par las puertas del infierno y saca toda la artillería de pesada de fenómenos, sustos y terror. Sin embargo, ya es tarde y todo llega demasiado de golpe. Tampoco hace Hereditary gala de una gran originalidad en la puesta en escena del suspense y el terror, salvo algún plano realmente inquietante. Aster se decanta por recursos tan gastados como la omnipresencia de la música en inquietante in crescendo, la consabida y exasperante repetición de golpes de sonidos para puntear los sustos, o las constantes miradas aterrorizadas fuera de cuadro para dilatar la tensión sobre lo que los personajes están viendo. Y el recital de caras de Toni Collette, que eso sí, se marca un impresionante tour de force interpretativo. Sin embargo, el repertorio de rostros desencajados de la Collette, ora asustada ora desquiciada, no alcanza para salvar el film del naufragio narrativo.
En pleno festival del horror, tan desatado como descolocado está el espectador a estas alturas, también se desata Annie que nos recuerda a madres de miedo como la Samantha Eggar de ‘Cromosoma 3’ (‘The Brood’, David Chronenberg, 1979). Y así llegamos un final que remite en cierto modo a ‘La Bruja’ (The Witch, 2015), aunque el film de Robert Eggers está a años luz como ejemplo de terror psicológico, de atmósfera malsana, que no necesita recurrir a sustos de tercera, ni fascinarnos con la historia detrás de la trama.
Acabado el film, prácticamente la totalidad de los espectadores no ha entendido nada. La tentación de acudir a Internet es tan grande como el volumen de artículos que nos explican qué demonios acabamos de ver, la historia detrás de ese cóctel sin sentido que es la trama de ‘Hereditary’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Una vez leídos y desvelado el gran misterio, dos pensamientos nos asaltan: en primer lugar, que la historia de fondo, la realidad tras el relato, esa historia de cultos psuedosatánicos familiares y confabulaciones hereditarias resulta tan disparatada y rocambolesca como ingenuamente pretenciosa en sus ansias de aterrorizar y fascinarnos con el viejo truco de “al final todo tenía un sentido”. Y en segundo lugar, y al hilo de lo anterior: que cuando una película necesita ser explicada tras su visionado, lejos de resultar fascinante, algo no funciona correctamente en su mecanismo narrativo, puesto que el film debe contener y ofrecer en su interior las herramientas para que podamos entender lo que está sucediendo, lo que ha sucedido.
En otras palabras, me importa bastante poco saber porqué la madre se comporta de ese extraño e incongruente modo, o porqué aquel objeto aparece de forma aparentemente inexplicable en aquel sitio si no me lo explica el propio film. No me sirve que me den a posteriori la clave para aquella incoherencia del guión. La historia debe cobrar sentido en las imágenes de la pantalla mediante la trama, no en jugosos artículos que nos explican las intenciones del film como quien desvela los secretos del rodaje. El problema, y de ahí seguramente su tremendo hype, es que ese tramposo juego fascinará a no pocos. Pero por lo que a un servidor respecta, denme más trama y menos historia. Y mejor.
Por cierto, la rocambolesca secuencia de la muerte de la pequeña Charlie, pese a su buscada truculencia e innegable impacto, es un agujero de guión flagrante: si la niña tiene una alergia a los frutos secos, bien remarcada por los padres al principio, ¿cómo es posible que la obliguen a ir a una fiesta de adolescentes con su hermano, y sin ni siquiera recordarle al chico que esté muy atento a lo que come la niña? Si la pequeña tiene el particular aspecto físico que tiene, no se trata de esconderla, ¿pero exponerla gratuitamente a ella y a su hermano a posibles burlas en una fiesta llena de adolescentes? Todo ello deja una sensación de que las cosas suceden así por que así lo quiso el guionista. De ahí a los robots argumentales, personajes que se comportan como mejor conviene a la narración, hay medio paso.
Y por último, dos elementos que a mi juicio quedan totalmente desaprovechados en 'Hereditary': las miniaturas que crea Annie podrían haber dado un gran y escalofriante juego visual (más allá de su pretencioso uso simbólico), y el aspecto de Milly Shapiro (Charlie) es material de terror de primera clase, hasta que desaparece del film a las primeras de cambio. Hasta en eso me descoloca 'Hereditary': ¿porqué están hay estos elementos si no se les saca más punta?
Más críticas en www.blogerdeniro.com
En otras palabras, me importa bastante poco saber porqué la madre se comporta de ese extraño e incongruente modo, o porqué aquel objeto aparece de forma aparentemente inexplicable en aquel sitio si no me lo explica el propio film. No me sirve que me den a posteriori la clave para aquella incoherencia del guión. La historia debe cobrar sentido en las imágenes de la pantalla mediante la trama, no en jugosos artículos que nos explican las intenciones del film como quien desvela los secretos del rodaje. El problema, y de ahí seguramente su tremendo hype, es que ese tramposo juego fascinará a no pocos. Pero por lo que a un servidor respecta, denme más trama y menos historia. Y mejor.
Por cierto, la rocambolesca secuencia de la muerte de la pequeña Charlie, pese a su buscada truculencia e innegable impacto, es un agujero de guión flagrante: si la niña tiene una alergia a los frutos secos, bien remarcada por los padres al principio, ¿cómo es posible que la obliguen a ir a una fiesta de adolescentes con su hermano, y sin ni siquiera recordarle al chico que esté muy atento a lo que come la niña? Si la pequeña tiene el particular aspecto físico que tiene, no se trata de esconderla, ¿pero exponerla gratuitamente a ella y a su hermano a posibles burlas en una fiesta llena de adolescentes? Todo ello deja una sensación de que las cosas suceden así por que así lo quiso el guionista. De ahí a los robots argumentales, personajes que se comportan como mejor conviene a la narración, hay medio paso.
Y por último, dos elementos que a mi juicio quedan totalmente desaprovechados en 'Hereditary': las miniaturas que crea Annie podrían haber dado un gran y escalofriante juego visual (más allá de su pretencioso uso simbólico), y el aspecto de Milly Shapiro (Charlie) es material de terror de primera clase, hasta que desaparece del film a las primeras de cambio. Hasta en eso me descoloca 'Hereditary': ¿porqué están hay estos elementos si no se les saca más punta?
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