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Voto de Chris Jiménez:
9
Drama. Comedia La familia Yoshii se traslada a vivir a un suburbio de Tokio para que el padre esté más cerca de su trabajo. Los dos hijos deben adaptarse a la nueva escuela, pero se encuentran con la hostilidad de un grupo de chicos entre los que está Taro, el hijo del señor Iwasaki, jefe de su padre. Convertidos finalmente en los líderes del grupo, cuando descubren la actitud servil de su padre hacia su jefe deciden organizar una original huelga infantil. (FILMAFFINITY) [+]
3 de diciembre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida, con sus tristezas y alegrías. Sus desilusiones, sus esperanzas, sus vicisitudes, sus placeres y sus ininteligibles características.
¿Cómo puede ser contemplada desde los ojos de un niño en un mundo demasiado adulto para comportarse como un niño?

La izquierda se empieza a fragmentar, la mentalidad revolucionaria es atacada porque según se dice pone en peligro la soberanía del país y el Estado. Estos ataques proceden de núcleos ultranacionalistas que acabarán con la democracia Taisho; se levanta un acta de exclusión y las relaciones extranjeras quiebran mientras Manchuria es invadida, lo que lleva a una terrible guerra. Japón es un país en crisis donde reina el concepto nacionalista y se desconfía de las ideas progresistas y de los temas de resonancia social que puedan expresar los medios.
Por tanto el cine sufre la censura y se promueve la propaganda. Yasujiro Ozu parece no tener problemas pues sobre todo trata películas de género, como el "noir" y el melodrama, con inclinación a la comedia de corte juvenil. Prepara entonces, firmando el guión como James Maki, una obra que por su original enfoque significará un giro notable en su temprana carrera (aunque sufrirá algunos percances durante el rodaje, como la lesión de uno de los pequeños actores y la reescritura del guión, que le lleva a cambiar ciertos aspectos en la historia, no muy bien recibidos más tarde por el jefe de Shochiku, Shiro Kido).

Si en algo cambia dicho enfoque es que de la juventud que el director radiografió con humor en "Wakaki Hi" y "Rakudai wa Shita, keredo...", decide, sin dejar los temas esenciales de su cine (las tensiones familiares y el retrato fiel de la vida del trabajador de clase media-baja en la época), apoyar su visión del ser humano y la sociedad en la de dos niños, recuperando parte del esquema de su anterior "El Coro de Tokyo". El humor, en efecto, sobresale en la primera parte, donde vemos a la familia Yoshi mudarse de ciudad, a la vez que comprobamos de primera mano las dificultades de ese japonés medio en la sociedad para progresar (ese carro atascado en el barro...).
La mudanza es para que el padre, Kennosuke, tenga una relación más cercana con su jefe; la crítica está ahí pero aún no es momento de desatar el drama, y lo primero que Ozu hace, con un dinamismo y fluidez asombrosos, es centrarse en los hijos del protagonista, Keiji y Ryoichi. Con ellos, traviesos, respondones y algo desobedientes (al fin y al cabo, niños), conocemos el entorno y a aquellos que lo habitan; la mirada del cineasta desprende inocencia, la de un niño que llega a una tierra desconocida y ha de enfrentarse a ella. Hiroshi Shimizu también se acogería a esta mirada: observar el mundo adulto con los ojos de un niño.

Al padre se le respeta y admira (los niños le saludan con una reverencia) mientras dentro del colegio los niños se alinean como soldados preparados para el combate. Puede haber comedia, pero queda supeditada por la ácida visión social y la tragedia, que pronto toman el relevo; y esto lo inauguran un grupo de muchachos pendencieros que continuamente abusan de Ryoichi y su hermano. Este pequeño microcosmos viene a ser el perfecto reflejo de la sociedad del momento, su jerarquía y de cómo la violencia y la hostilidad imperantes alcanzan la forma de ser y comportarse de todos.
El más fuerte controla la pandilla y los problemas se resuelven a golpes e insultos; entre los chicos, que moran en un mundo desligado del de los adultos, también hay enemigos mortales. Por otra parte este otro es el de los asalariados que sólo muestran hastío y cansancio; una oficina llena de tipos que bostezan es el lugar donde Kennosuke debe demostrar su responsabilidad para mantener a su familia, ya sea esforzándose o haciendo del bufón del jefe, para más inri padre de uno de los niños que abusan de los hermanos protagonistas, lo cual inicia un gran conflicto entre ambos universos. Y el culpable es, curiosamente, el cine.

Los hermanos, erigidos en jefes del grupo tras vencer al más fuerte, no pueden sino quedar decepcionados cuando, a través del testimonio de un proyector, conocen la auténtica condición del padre dentro del entorno laboral. El acto de rebeldía es obvio, y más aún cuando Ryoichi confiesa que de mayor quiere ser general: el progenitor (imagen de la patria), a quien antes se respetaba, ha sido ridiculizado (y a través del cine, peligroso instrumento) y reducido a un patético individuo de quien todos se ríen; pero lejos de inclinarse a ninguna tendencia, Ozu logra comprender a sus personajes, adultos y niños, y todas sus dificultades.
Sobre todo a ese pobre padre fracasado al que no le queda más salida que pisotear con fuerza su dignidad para seguir cuidando de su familia, algo que escapa al entendimiento de los hijos, claro; lo que prima sobre todo es la evolución emocional de éstos dentro de tal entorno, y el intertítulo "la vida retoma su curso" lo demuestra. El cineasta colabora de nuevo con habituales de su cine, como ese gran Tatsuo Saito que no deja de crecer como actor, el veterano Takeshi Sakamoto o ese jovencísimo Chishu Ryu, pero son los pequeños los que captan toda la atención, en especial Tomio Aoki, que seguiría trabajando con Ozu.

Como de costumbre no se sacrifica al excesivo melodrama, y si se da una reconciliación será por medio de la asimilación de la realidad y la comprensión mutua, y no recurriendo a tópicos absurdos. Como los trenes que pasan, la vida también sigue un progreso, un movimiento constante donde se aprende.
Por la nota amarga del film, Kido retrasó su estreno, pero tras éste se acabó convirtiendo en todo un éxito, para los críticos y el público, que aún lo considera la mejor obra de Ozu de su primera etapa. Casi treinta años después aquél decidió retomar una premisa similar en "Buenos Días" (aunque en una historia completamente distinta que en realidad debe más a "Memorias de un Inquilino").
Chris Jiménez
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