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Voto de Chris Jiménez:
4
Drama. Thriller Una noche, James Ballard estrella su coche contra el de Helen y ambos son ingresados en un hospital. Lo sorprendente es que inmediatamente después del choque los dos experimentaron una extraña atracción mutua. A partir de entonces, la vida de James se precipitará hacia un mundo oscuro y prohibido, dominado por el peligro, el sexo y la muerte. (FILMAFFINITY)
31 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Observen la nueva generación de seres humanos.
Nada puede estimular sus hormonas de felicidad porque carecen de ellas, y la única manera de hallar placer es a través de un sustitutivo tan enfermizo como el dolor.

Figura controvertida, repudiada y prestigiosa de lo que habría llamarse Nueva Ola literaria, James Ballard destaca como un hábil escritor de cuentos y libros embadurnados de una acidez escalofriante hacia su sociedad, siempre usando la ficción, la distopía y la naturaleza apocalíptica para exponer sus obsesiones y discursos; a partir de un relato titulado "Crash" da forma a un asunto tan jugoso como arriesgado: imaginar un universo donde el ser humano, falto de emociones y ahogado por el ansia consumista, se lanza a explorar el placer por medio del accidente automovilístico.
Encargaría a Harley Cokeliss un extraño cortometraje-documental, en donde aparece, plasmando lo que podría ser un ensayo visual del futuro texto de su novela homónima, publicada bajo un aluvión de malas críticas y una muy extendida decisión de prohibición; y es que el Mundo no estaba preparado aún para una historia así ni para una visión distópica tan destructiva. Dos décadas hicieron falta para que alguien llevara a cines este "himno psicópata a la perversa tecnología con su propia moraleja", en palabras del autor; nadie más indicado y embargado por unas obsesiones no muy distintas como el sr. Cronenberg para llevarlo a cabo.

Lo primero que uno siente al ponerse frente a esta obra es la inevitable sensación de carencia, narrativa, lógica, humana y sentimental; seis minutos de metraje y ya somos testigos de tres actos sexuales ejecutados sin pasión ni alma, como salidos de una cadena de montaje industrial, y ahí reside la clave de "Crash": presentar con absoluta fidelidad el texto de Ballard y a los individuos que componen sus esferas de irrealidad. Aquél estaba contado desde la perspectiva del protagonista (con el mismo nombre del nacido en Shanghai), quien aquí se acoge a la misteriosa presencia de un James Spader hundido en la más anodina de las existencias, al igual que su mujer Catherine (la extremadamente sensual Deborah K. Unger).
Esta pareja distanciada en lo emocional pero unida en lo puramente sexual va a verse catapultada a un nuevo nivel de estimulación, y allí se encarga el cineasta de arrastrarnos, por el pescuezo si hace falta; un accidente en plena autopista es suficiente para empezar a desatar filias y fetiches aberrantes intensamente relacionados con el dolor, pero el infringido desde la máquina que es el automóvil, la más poderosa herramienta industrial y de consumo inventada (así lo anunciaba Ballard).

Como hizo en muchas de sus películas, Cronenberg desarrolla la acción y la trama (en este caso los hilos que la sostienen podrían romperse de un soplido) alrededor de un pequeño grupo que parece no pertenecer a la sociedad, congregadas en su desviación colectiva que las hace más fuertes y visionarias que el resto (como los "exploradores" de "Scanners"). Vaughan es el que impulsa a la pareja a experimentar el placer desde el sadismo y la destrucción; aquél, entusiasta del motor y los coches desde siempre, no se muestra timorato a la hora de plasmar los delirios de Ballard.
Frente a la frialdad de la sociedad, un nuevo camino al éxtasis, pero de un solo sentido. El coche como máximo símbolo de poder sexual, la parafernalia automovilística como reemplazo del vacío y la excitación; la cámara se acerca a esas personas que deciden celebrar la fusión entre sus cuerpos y el espacio suave del vehículo, una simbiosis psicótica donde el tacto entre pieles, el sudor, la penetración y los fluidos de la cópula se equilibran con el cinturón deslizándose sobre la tapicería del asiento, el líquido de frenos, la entrada al túnel de lavado y la escarcha o la espuma acariciando la carrocería.

Mientras tanto los cuerpos sanguinolentos o mutilados en los accidentes pasan a ser iconos de índole casi religiosa (como el homenajeado James Dean), figuras paradigmáticas de una nueva manera de comprender el lenguaje y la estimulación humanos, y el pedal es el impulsor de esa libertad individual y felicidad que se ansía encontrar...pero lo que el espectador atisba es su entrega a una degeneración física y mental autoconsciente y deseada, y esta visión, mostrada por el canadiense sin pudor y una estilización sobresaturada en la sensualidad y magnificada por los colores de la fotografía de Peter Suschitzky y la música del genio Howard Shore, agota y extenúa sin remedio.
La evolución "kafkiana" por la que pasan los protagonistas revela una condición nauseabunda, cuyos fetiches y placeres provocan espasmos en los intestinos; y si Cronenberg se servía de la ciencia-ficción y la intriga conspiranoide para abordar unas obsesiones similares en "Videodrome" (en aquella es la televisión el disparador de estímulos), aquí lo hace en base a un drama íntimo sin sustancia, glorificando la precipitación de aquéllos al abismo de sus propias fantasías aberrantes y destructivas. En cierto momento Vaughan aterriza sobre un autobús asesinando a varios inocentes...¿así que el placer como arma para desintegrar a una sociedad, la misma que les llevó a su estado de insatisfacción, o para hacerla despertar?

Lógico es que uno no pueda sentirse parte de esta repulsiva iniciativa, y así la distancia entre el espectador y la propia película es cada vez mayor hasta ese colofón suicida-sexual que invita al vómito. Igual de vapuleada que el libro, "Crash" acabó en Cannes nada menos, en un alarde de ceguera o colapso mental por parte de los responsables del festival.
Sedujo a unos cuantos, confundió a muchos, hirió a la gran mayoría...a un servidor le asfixió en el tedio; el erotismo que le brota al director de las tripas no me cautiva como el del cine de Lynch o el de Masumura, uno nacido del oscuro inconsciente, el otro de la pasión depredadora. A esta fiesta malsana, pretenciosa y desesperanzadora uno prefiere no ser invitado...
Chris Jiménez
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