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Voto de Chris Jiménez:
5
Ciencia ficción. Acción En un periodo postapocalíptico, un policía se infiltra en el barrio del Bronx, en Nueva York, que se ha convertido en un auténtico campo de batalla que se disputan varias pandillas callejeras. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2017
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preparaos, porque estamos ante uno de los títulos más recordados de los '80 dentro de la ciencia-ficción cutre y descarada de factoría italiana.
El veterano Enzo G. Castellari nos trae una aventura de lo más legendaria a través de las ruinosas calles de una futurista Bronx que hará las delicias para los fans del "exploitation" y la serie "B": "1.990: Los Guerreros del Bronx".

Fue la primera de una trilogía donde el director dedicó a explotar el cine que tan de moda estaba en la época, la ficción post-apocalíptica, siguiendo con "Fuga del Bronx" y "Los Nuevos Bárbaros". En realidad la idea vino del productor Fabrizio de Angelis, a quien de camino a su hotel de Manhattan, se le escapó el metro y tuvo que pasar la noche en el Bronx. Idea que convirtió en historia Dardano Sacchetti (este hombre está en todas partes) y en guión junto a su esposa Elisa y el señor Castellari, quien venía de dirigir "El Último Tiburón".
El resultado fue una combinación la mar de cutre y molona de la reciente "1.997: Rescate en New York" de Carpenter, "The Warriors" de Walter Hill, el "Mad Max" de George Miller y con cosillas de aquel film de acción que dirigió James Glickenhaus, "El Exterminador", que básicamente se centraba en la huida de Anne, una chica rica de Manhattan que acaba aventurándose en las peligrosas calles del Bronx, enamorándose del protagonista de la película, Trash, joven líder de una banda de moteros que parece sacado de uno de esos grupos de "thrash metal" de los '80, y armando un lío de aúpa.

Menudo espectáculo se monta Castellari, aunque la historia no es que sea un prodigio. Todo un reflejo de lo que era la época, claro. Al hombre le sabía a poco la sugerencia de Fabrizio de Angelis de que todas las tribus que pululaban por allí, y a las que se tenía que enfrentar Trash para rescatar a la chavala, fueran sólo moteros. Así que, para darle color y exotismo a la cosa puso de por medio a esos tipos que van como jugadores de hockey, a unos papanatas con los ojos pintados como los KISS y vistiendo como bailarines de salón, con trajes plateados y relucientes, a otros que van como salvajes y a los reyes del Bronx, lidiados por Ogre, los más ricachones del lugar, entre pijos y de aspecto retro.
Vamos, una pandilla de agárrate y no te menees. Es lo que más llama la atención, el cómo con cuatro perras mal contadas Castellari consigue dar al film ese aspecto tan chulo, tan vistoso y mostrando ya algunos alucinantes "truquitos" que irían saliendo en sus posteriores películas, como lo de las botas que sacan púas de hierro o los cuchillos que salen por el bajo de las motos. Pero lo que pretende con "Los Guerreros del Bronx" es divertir al personal con ese desparpajo y gracejo que sólo el sabe impregnar a sus obras, aunque le añada ciertas dosis de emotividad y un tono épico y grandilocuente a la cosa.

Y para demostrárnoslo hasta mete en el ajo a unos tipos que van a caballo y lucen como los policías de "Mad Max", llevando lanzallamas y metralletas. Lo dicho...un cachondeo de proporciones mayúsculas. Los protagonistas no tienen nada especial. Son copias de otros personajes diciendo unas frases que ni ellos mismos se creen, sobre todo Marco DiGregorio, que da vida al valeroso Trash, un plagio a la italiana del Swan de "The Warriors".
Los mejores está claro que son Vic Morrow, como el malísimo de Hammer, y el siempre hipnótico Fred Williamson, que va con las mismas pintas que llevaba en sus películas "blaxploitation" de los '70. Aunque no hay que perder detalle de esa rubia en plan sadomasoquista con garras de acero en los nudillos que interpreta Elisabetta Dessy o al líder de los jugadores de hockey esos que encarna George Eastman, que va como un personaje del "Mortal Kombat".

Disparatada, llena de acción, ultraviolencia, testosterona a porrillo y caradura para decir basta. Una película que, según mi padre, hizo estragos entre los chavales de la época, que cada vez que podían se metían en uno de los cines de su barrio para verla.
Sí, puede ser muy cutre, muy estúpida, pero es una pasada. Y sólo podría ser de los '80.
Chris Jiménez
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