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Voto de Chris Jiménez:
9
Comedia El vuelo 209 de la Trans American sale de Los Ángeles con destino a Chicago. Entre el pasaje se encuentran una serie de curiosos personajes. Entre ellos, un ex-piloto de combate que, en pleno vuelo, se verá obligado a hacerse con el mando del avión comercial, tras quedar los pilotos indispuestos por una comida en mal estado. (FILMAFFINITY)
27 de febrero de 2017
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Un pájaro al que le queda poco tiempo para estrellarse y reducir a sus cientos de pasajeros a cenizas a menos que un valiente tome el mando de la situación.
No, esto no es otra película de catástrofes aéreas...

Siempre llega una nueva ola que hace temblar un género cinematográfico; tal vez muchos creían que ya nada podía inventarse en la comedia, llena de clásicos del "slapstick", parejas de cómicos, finas variantes británicas, genios que mezclaban lo gracioso y la sátira o se abandonaban al delirio visual. En 1.979 Allen, Brooks y los Monty Python son la nata y la crema del mundillo...sin embargo una humilde obra llamada "Kentucky Fried Movie" anuncia un nuevo estilo de humor cuya fuente no es el director John Landis, sino un trío de guionistas nacidos en Wisconsin y dedicados básicamente a la parodia.
Jim Abrahams y los hermanos Jerry y David Zucker entran en el negocio del cine con la intención de que dos grandes productoras (Warner y Paramount) les vendan los derechos de uno de los más grandes clásicos del suspense y absoluto pionero en el subgénero de las catástrofes de altos vuelos, "Hora Cero", estrenada en 1.957. Y milagrosamente tienen todo lo que piden pues los productores han confiado en un planteamiento curioso: reproducir exactamente la misma historia desde su perspectiva cómica pero contando no con un elenco de cómicos profesionales, sino de actores establecidos en el drama.

Los rumores de la melodía de "Tiburón" sobre un cielo cubierto y la cola de un avión entre las nubes recuerda a los "sketches" de "Kentucky...", y este estilo es la base para instaurar la nueva forma de encarar el humor que predica el trío. En un escenario de bullicio nocturno y a través de un aeropuerto cuyo vuelo a Chicago está a punto de despegar, se percibe el sabor a cine clásico impregnado en todas partes, desde la música de Elmer Bernstein a la fotografía de tonos marrón tabaco tan bien provista por Joseph Biroc, incluso los personajes que vemos están trazados de la manera más acartonada posible.
Estos son los estándares de un film dramático de los '50, claro, y la clave de "Airplane!" es hacer brotar inesperadamente el humor en esta atmósfera grave y seria a partir de situaciones que quiebran la realidad de una forma surrealista y desenfadada, llevándola a su más absurdo reverso; así, la peripecia del traumatizado ex-piloto de guerra Ted Stryker encarnado por Dana Andrews se encuentra con su imagen distorsionada al reemplazarle Robert Hays y vivirla desde el delirante guión de los Zucker y Abrahams, quienes se burlan de todos y cada uno de los convencionalismos de los títulos de desastres (en especial áereos) tan prolíficos de la década anterior.

El piloto de Elroy Hirsch es ahora un amable pedófilo con el rostro granítico de Peter Graves, mientras la melancólica Ellen de Linda Darnell adquiere las maneras sutilmente humorísticas de Julie Hagerty como Elaine. Todo lo que sucede es sólo el calco descarado de la intensa intriga de la película de Hall Bartlett, con la tripulación cayendo enferma por el pescado en mal estado y Stryker haciendo frente a sus demonios en su prueba de fuego: lograr hacer aterrizar el avión de manera segura (y si era Sterling Hayden quien ayudaba al protagonista desde el aeropuerto ahora es un no menos duro Robert Stack).
El desenfado lo inunda todo, lo observa malicioso y nos devuelve ese reflejo torcido; quizás Brooks es la más cercana referencia a usar el humor de esta forma tan particular (recordemos "El Jovencito Frankenstein"), mientras las bromas visuales remiten a Edwards, los Python y el más genuino y viejo "slapstick", pero todo parece inédito aquí. Los diálogos arrastran ese farragoso toque melodramático y se revuelven en chistes preñados de acidez y doble sentido mientras la mayoría de escenas las componen dos situaciones inversas: en primer plano se desarrolla la trama seria mientras en segundo plano un "sketch" absurdo desvía nuestra atención.

Y el impacto del humor es mayor pues mayor es el grado de evasión al que se recurre, ya que de la más desesperada tragedia nace la comedia; pocos serían capaces de dominar con tal maestría una técnica tan sofisticada (los que la tildan de "vulgar" no lo captan en su profundidad). Y de un "sketch" surrealista saltamos a otro, sin darnos tiempo a asimilar el presente cuando el siguiente ya asoma golpeando nuestra incredulidad; otro gran acierto es abrir un paréntesis en el pasado de los protagonistas para conocer de cerca su romance en tiempo de guerra sin que por ello el ritmo se ralentice.
Es más, así podemos deleitarnos con las graciosas escenas en la tribu de los Molombos, el hospital militar y el mítico instante del baile parodiando "Fiebre del Sábado Noche", una muestra de la gran química entre Hays y Hagerty, aunque ésta se percibe con todos los actores, quienes asimilan de manera perfecta este tipo de humor, no desencajando nadie en el disparate general. Todo un elenco de estrellas televisivas como los mencionados Graves y Stack, Lloyd Bridges o Leslie Nielsen, quienes saben cómo autoparodiar su facilidad para el drama.

Sobresalen los también impagables Lee Terri, Lorna Patterson (responsable de una de las secuencias más divertidas: la de "River of Jordan", coreada por todos), la pareja Norman Gibbs y Al White, Lee Bryant, Ann Nelson y el matrimonio Howard Honig y Mary Mercier; aunque díficil es destacar a nadie por encima de otros pues este elenco está dotado de una gran cohesión y coherencia...
Salvo Stephen Stucker, que deliberadamente llama nuestra atención con sus absurdas e insoportables intervenciones. Pero sin fisuras se desarrolla este desaguisado de chistes imparables hacia un tramo final brillante (el aterrizaje) donde difícil es no caer en la sonora carcajada; cómo no el film arrasó en taquilla e inauguró una nueva era para el cine cómico, aunque lo mejor es que, a día de hoy, los chistes siguen manteniendo su frescura y sorpresa y las ilógicas irrupciones su gran poder visual.
Chris Jiménez
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