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Voto de Chris Jiménez:
7
6,4
5.389
Thriller. Terror. Acción
El joven Jim Hasley (C. Thomas Howell) recoge con su cadillac a un autoestopista, John Ryder (Rutger Hauer), en una carretera de Texas. Cuando John le confiesa a Jim que es un asesino y que espera que le recojan y le lleven para matar, Jim lo deja en la cuneta y sigue adelante, pensando que lo ha dejado atrás. A partir de este momento, los dos empiezan a jugar al gato y al ratón. El asesino sigue matando y dejando pistas que inculpan al ... [+]
26 de febrero de 2018
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Entre las montañas y parajes desérticos que cubren el espacio de Death Valley, un misterioso ser aguarda, agazapado bajo la tierra, preparado para asaltar a aquellos que se atrevan a entrar en sus dominios...
Por puro acto de azar un chico acepta el desafío; sin saberlo será arrastrado a través de una carretera al mismísimo Infierno.
Por esa carretera se imaginó Eric Durdaller que conducía mientras escuchaba el clásico de The Doors "Riders on the Storm" en su largo trayecto de New York a Texas, pues se sintió absorbido por la historia de la canción, acerca de un cruel asesino en serie, y por su atmósfera evocadora y misteriosa. Nace John Ryder, de las sensaciones, pero su gesta hasta convertirse en un personaje de carne y hueso en pantalla sería ardua y convulsa, pues absolutamente a nadie interesaba el terrorífico calvario que él organizaba alrededor de un joven que, como el primero, viajaba de Illinois a California.
Para los productores Charles Meeker y Edward Feldman no había descripción posible a la inhumanidad de un guión infilmable salpicado con la sangre de mutilaciones, violaciones y varios desmembramientos explícitos, por lo que la prueba de fuego consistía en reducir el carácter de denostado "slasher" de explotación sádico para adoptar más el enfoque de un "thriller" a la Hitchcock, proceso que Durdaller afrontó por teléfono. Pero pese a todos los cambios realizados y las peleas con ejecutivos para mantener los puntos fuertes que la violencia demandaba, el espíritu de la historia se mantuvo. Gracias, por supuesto, a su antagonista principal.
Si la idea del guión surgió de puras sensaciones, esas deben ser las que dominan fuertemente al comienzo de "The Hitcher". El desierto aún cubierto por la oscuridad y las tenues luces del alba, un coche atravesando la autopista solitaria, y en ella Jim, ese Thomas Howell cuya carrera acaba de despegar, intentando mantener los ojos abiertos. Los acontecimientos sucesivos podrían interpretarse como el producto de un sueño, o más bien una pesadilla sin fin; en ella se materializa una silueta bajo la lluvia incesante, que no es sino la de Rutger Hauer haciendo autostop.
El conocedor de sus papeles ya podrá intuir que tal encuentro no va a terminar bien; en efecto, empapado, con el rostro contraído, esos ojos escrutadores y su voz ronca intentando llegar a la conciencia del chico, genera una atmósfera de tensión agobiante y horror tan deudora de Carpenter como de Hitchcock. Harto de interpretar a villanos, el holandés decidió que si habría de hacerlo una vez más éste sería el definitivo; y ahí estamos, atrapados en el desconcierto de la cabina de un coche a la que le empieza a faltar el oxígeno, como el pobre Jim, que inocente ha bromeado "Mi madre dice que no hay que recoger a nadie".
Robert Harmon, fotógrafo desde hace mucho tiempo y con tan solo un cortometraje a sus espaldas (una extraña y violenta "road movie" protagonizada por Charles Napier de policía acosador...) que rodado con muy pocos medios captó la atención del guionista y los productores, no nos da tregua en estos primeros minutos, como tampoco nos ha permitido conocer al chaval antes de verse asaltado por este monstruo que juega con la punta de su navaja cerca del globo ocular e incita al sacrificio. El primer gran giro está marcado por el espíritu de supervivencia del anterior, que arroja al psicópata al asfalto, contrario a la sumisión de los Roy y Gilbert de "El Autoestopista"; y aunque el Myers de la obra de Lupino, de seminal influencia, se mantenía en su asiento, Harmon no permite a nuestros pulmones abrirse para respirar...
Desliza su cámara a ras de carretera y se queda en los pies del tipo, que se alza y contempla a su presa alejándose. Su media sonrisa diabólica nos está mostrando a un maestro de ceremonias de todas las desgracias que a partir de ahora tendrá que encarar aquél; su lucha por vivir le inspira ganas de matar, del mismo modo que desafía a cada momento la lógica de la narrativa. Nada más propone Durdaller: cacería, pura y dura, y en cuyo afán por la destrucción y la sangre nace el germen de una conexión sadomasoquista, alcanzando el dolor un placer casi de índole sexual. De masacre en masacre, ¿cuál es la verdadera intención, el motivo? Ninguno en absoluto (¿la tenía el camionero de "El Diablo sobre Ruedas", acaso, y quien cumplía una función similar?).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sólo hay que aguardar a un último duelo encarnizado, que concluya de una vez con este periplo miserable, despiadado y cínico, esta odisea sin sentido a las tripas del Infierno que ha llevado al héroe al límite de sus capacidades...pero se debería haber resuelto sin presencia de agentes ni procesos legales. Y así, con las últimas luces de la tarde la pesadilla termina; imaginemos que Jim sólo se detuvo en un arcén a dormir y ha despertado, y nosotros con él, pero la presencia demoníaca aún se percibe, incluso después de los créditos...
"The Hitcher" gustó a fans del género y de esa fuerza de la naturaleza que es Hauer, pero jamás llegó a cautivar al gran público, y los sesudos críticos hicieron de ella la obra perfecta para odiar aquel año; así, como todos los clásicos de culto, fascina cuanto más se distancia de sí misma, y sus enigmas y total negación a la explicación siguen manteniendo ese indescifrable misterio que la convierte en una experiencia tan atemporal e insólita. Incluso dentro de los géneros en que podría ser enmarcada (¿horror sobrenatural?, ¿película de acción?, ¿"thriller" psicológico?) resulta toda una rareza...
Por puro acto de azar un chico acepta el desafío; sin saberlo será arrastrado a través de una carretera al mismísimo Infierno.
Por esa carretera se imaginó Eric Durdaller que conducía mientras escuchaba el clásico de The Doors "Riders on the Storm" en su largo trayecto de New York a Texas, pues se sintió absorbido por la historia de la canción, acerca de un cruel asesino en serie, y por su atmósfera evocadora y misteriosa. Nace John Ryder, de las sensaciones, pero su gesta hasta convertirse en un personaje de carne y hueso en pantalla sería ardua y convulsa, pues absolutamente a nadie interesaba el terrorífico calvario que él organizaba alrededor de un joven que, como el primero, viajaba de Illinois a California.
Para los productores Charles Meeker y Edward Feldman no había descripción posible a la inhumanidad de un guión infilmable salpicado con la sangre de mutilaciones, violaciones y varios desmembramientos explícitos, por lo que la prueba de fuego consistía en reducir el carácter de denostado "slasher" de explotación sádico para adoptar más el enfoque de un "thriller" a la Hitchcock, proceso que Durdaller afrontó por teléfono. Pero pese a todos los cambios realizados y las peleas con ejecutivos para mantener los puntos fuertes que la violencia demandaba, el espíritu de la historia se mantuvo. Gracias, por supuesto, a su antagonista principal.
Si la idea del guión surgió de puras sensaciones, esas deben ser las que dominan fuertemente al comienzo de "The Hitcher". El desierto aún cubierto por la oscuridad y las tenues luces del alba, un coche atravesando la autopista solitaria, y en ella Jim, ese Thomas Howell cuya carrera acaba de despegar, intentando mantener los ojos abiertos. Los acontecimientos sucesivos podrían interpretarse como el producto de un sueño, o más bien una pesadilla sin fin; en ella se materializa una silueta bajo la lluvia incesante, que no es sino la de Rutger Hauer haciendo autostop.
El conocedor de sus papeles ya podrá intuir que tal encuentro no va a terminar bien; en efecto, empapado, con el rostro contraído, esos ojos escrutadores y su voz ronca intentando llegar a la conciencia del chico, genera una atmósfera de tensión agobiante y horror tan deudora de Carpenter como de Hitchcock. Harto de interpretar a villanos, el holandés decidió que si habría de hacerlo una vez más éste sería el definitivo; y ahí estamos, atrapados en el desconcierto de la cabina de un coche a la que le empieza a faltar el oxígeno, como el pobre Jim, que inocente ha bromeado "Mi madre dice que no hay que recoger a nadie".
Robert Harmon, fotógrafo desde hace mucho tiempo y con tan solo un cortometraje a sus espaldas (una extraña y violenta "road movie" protagonizada por Charles Napier de policía acosador...) que rodado con muy pocos medios captó la atención del guionista y los productores, no nos da tregua en estos primeros minutos, como tampoco nos ha permitido conocer al chaval antes de verse asaltado por este monstruo que juega con la punta de su navaja cerca del globo ocular e incita al sacrificio. El primer gran giro está marcado por el espíritu de supervivencia del anterior, que arroja al psicópata al asfalto, contrario a la sumisión de los Roy y Gilbert de "El Autoestopista"; y aunque el Myers de la obra de Lupino, de seminal influencia, se mantenía en su asiento, Harmon no permite a nuestros pulmones abrirse para respirar...
Desliza su cámara a ras de carretera y se queda en los pies del tipo, que se alza y contempla a su presa alejándose. Su media sonrisa diabólica nos está mostrando a un maestro de ceremonias de todas las desgracias que a partir de ahora tendrá que encarar aquél; su lucha por vivir le inspira ganas de matar, del mismo modo que desafía a cada momento la lógica de la narrativa. Nada más propone Durdaller: cacería, pura y dura, y en cuyo afán por la destrucción y la sangre nace el germen de una conexión sadomasoquista, alcanzando el dolor un placer casi de índole sexual. De masacre en masacre, ¿cuál es la verdadera intención, el motivo? Ninguno en absoluto (¿la tenía el camionero de "El Diablo sobre Ruedas", acaso, y quien cumplía una función similar?).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sólo hay que aguardar a un último duelo encarnizado, que concluya de una vez con este periplo miserable, despiadado y cínico, esta odisea sin sentido a las tripas del Infierno que ha llevado al héroe al límite de sus capacidades...pero se debería haber resuelto sin presencia de agentes ni procesos legales. Y así, con las últimas luces de la tarde la pesadilla termina; imaginemos que Jim sólo se detuvo en un arcén a dormir y ha despertado, y nosotros con él, pero la presencia demoníaca aún se percibe, incluso después de los créditos...
"The Hitcher" gustó a fans del género y de esa fuerza de la naturaleza que es Hauer, pero jamás llegó a cautivar al gran público, y los sesudos críticos hicieron de ella la obra perfecta para odiar aquel año; así, como todos los clásicos de culto, fascina cuanto más se distancia de sí misma, y sus enigmas y total negación a la explicación siguen manteniendo ese indescifrable misterio que la convierte en una experiencia tan atemporal e insólita. Incluso dentro de los géneros en que podría ser enmarcada (¿horror sobrenatural?, ¿película de acción?, ¿"thriller" psicológico?) resulta toda una rareza...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El espectador-detective en busca de pistas queda decepcionado pues las reglas de este universo desértico y perdido sólo rinden cuentas a su creador, John Ryder. ¿Y quién es John Ryder? Una especie de Freddy Krueger de páramos que mantiene atrapado al chico en su pesadilla de polvo, arena y gasolina y una paleta de sensaciones que sólo transmite angustia y desesperanza.
Aparece y se desvanece en el horizonte como el cowboy vengador de "Infierno de Cobardes", encarnación absoluta del Mal, humano y enigma monstruoso sin solución, el demonio de la fábula tradicional pegado al joven viajero.
Esto es lo que distingue a "The Hitcher", su capacidad de fascinación por la vía de lo inexplicable; al igual que en la mayoría de "thrillers" de los '80, la ópera prima de Harmon también presenta códigos del "noir" clásico que la mantiene en un cierto misterio insondable, operando a varios niveles de realidad nunca certeros, y cuya inverosimilitud dispara el suspense y la intriga de manera eficaz. Jamás podemos situarnos en una realidad tangible, tal vez aún estemos en la cabeza de un Jim dormido al volante; y en los sueños o pesadillas nada necesita ser explicado. Todo lo que sabemos de él es su lugar de procedencia, mientras que Ryder es una sombra sin pasado ni futuro, sólo un presente malvado.
Por esto mismo confunde, y mucho, la decisión de Durdaller de incluir en este juego de muerte y supervivencia, entre esta pareja que tan bien ejemplifica el ying y el yang, a un personaje tan gratuito como Nash y a las fuerzas policiales. En un principio sus presencias no interfieren: ambos son el producto de una realidad torcida, donde ni el amor ni la justicia pueden existir. No en el mundo de Ryder. Así será, ni el chico se quedará con la chica ni los agentes mostrarán un mínimo de conocimiento, ni sentido del Bien; sin embargo sí interfieren los cambios que los productores exigieron.
En un esfuerzo por alejar al film del "slasher" se procede a una pésima metamorfosis: transformando el horror en acción, no sin despojarse del todo de su onirismo perturbador. Pero la intromisión de la policía y sheriffs tras el protagonista y su unión con una jovencita y sensata Jennifer J. Leigh (otra vez compartiendo pantalla con Hauer) se parece más a la persecución a la que sometían a Shockley y Agustina en "Ruta Suicida", o a las clásicas películas de parejas de jóvenes fugitivos, tan arraigadas a la tradición norteamericana. Harman, por su parte, sin ser un George Miller, se revela un genio de pulso y nervio dirigiendo escenas intensas, llenas de carreras trepidantes, explosiones y trucos de riesgo.
Tampoco hay, contra lo que podamos pensar, un romance entre los chicos, otro acierto en pos de derribar convencionalismos...pero entonces esta unión se vuelve totalmente incoherente, porque, ¿para qué querría la pobre Nash involucrarse en semejante situación? Nada le ata al protagonista; y al salirse esto de la lógica de la propia película, la película se vuelve contra ella, ¿y esto es intencionado? Una de las peores cosas que puede hacer el guión es centrarse en la lucha entre Jim y los agentes y dejar relegado al auténtico villano, y para más inri robarle a su preciada némesis.
Tal vez por esto se producirá el acto de rebelión del demonio cuando ve al anterior prendado de la princesa rubia; en su relación sólo puede haber dos y nada entrometerse. Declaración de dependencia violenta, amor de placer sádico, o el desafío de Ryder, que cual dios deposita dos monedas sobre los ojos del mortal, anunciando el sacrificio y las pruebas a superar para volver al mundo de los vivos.
Nada puede prepararnos para el cuerpo partido en dos de la pobre Leigh, escena tanto más extrema cuanto que se deja a nuestra imaginación...pero el guión fracasa al volver a inmiscuir a la policía en todo esto, incluso iniciando una inútil detención contra Ryder. ¿Para qué? A él no hay nada que lo detenga. ¿Por qué dejar que las normas del mundo real tomen parte aquí?
Aparece y se desvanece en el horizonte como el cowboy vengador de "Infierno de Cobardes", encarnación absoluta del Mal, humano y enigma monstruoso sin solución, el demonio de la fábula tradicional pegado al joven viajero.
Esto es lo que distingue a "The Hitcher", su capacidad de fascinación por la vía de lo inexplicable; al igual que en la mayoría de "thrillers" de los '80, la ópera prima de Harmon también presenta códigos del "noir" clásico que la mantiene en un cierto misterio insondable, operando a varios niveles de realidad nunca certeros, y cuya inverosimilitud dispara el suspense y la intriga de manera eficaz. Jamás podemos situarnos en una realidad tangible, tal vez aún estemos en la cabeza de un Jim dormido al volante; y en los sueños o pesadillas nada necesita ser explicado. Todo lo que sabemos de él es su lugar de procedencia, mientras que Ryder es una sombra sin pasado ni futuro, sólo un presente malvado.
Por esto mismo confunde, y mucho, la decisión de Durdaller de incluir en este juego de muerte y supervivencia, entre esta pareja que tan bien ejemplifica el ying y el yang, a un personaje tan gratuito como Nash y a las fuerzas policiales. En un principio sus presencias no interfieren: ambos son el producto de una realidad torcida, donde ni el amor ni la justicia pueden existir. No en el mundo de Ryder. Así será, ni el chico se quedará con la chica ni los agentes mostrarán un mínimo de conocimiento, ni sentido del Bien; sin embargo sí interfieren los cambios que los productores exigieron.
En un esfuerzo por alejar al film del "slasher" se procede a una pésima metamorfosis: transformando el horror en acción, no sin despojarse del todo de su onirismo perturbador. Pero la intromisión de la policía y sheriffs tras el protagonista y su unión con una jovencita y sensata Jennifer J. Leigh (otra vez compartiendo pantalla con Hauer) se parece más a la persecución a la que sometían a Shockley y Agustina en "Ruta Suicida", o a las clásicas películas de parejas de jóvenes fugitivos, tan arraigadas a la tradición norteamericana. Harman, por su parte, sin ser un George Miller, se revela un genio de pulso y nervio dirigiendo escenas intensas, llenas de carreras trepidantes, explosiones y trucos de riesgo.
Tampoco hay, contra lo que podamos pensar, un romance entre los chicos, otro acierto en pos de derribar convencionalismos...pero entonces esta unión se vuelve totalmente incoherente, porque, ¿para qué querría la pobre Nash involucrarse en semejante situación? Nada le ata al protagonista; y al salirse esto de la lógica de la propia película, la película se vuelve contra ella, ¿y esto es intencionado? Una de las peores cosas que puede hacer el guión es centrarse en la lucha entre Jim y los agentes y dejar relegado al auténtico villano, y para más inri robarle a su preciada némesis.
Tal vez por esto se producirá el acto de rebelión del demonio cuando ve al anterior prendado de la princesa rubia; en su relación sólo puede haber dos y nada entrometerse. Declaración de dependencia violenta, amor de placer sádico, o el desafío de Ryder, que cual dios deposita dos monedas sobre los ojos del mortal, anunciando el sacrificio y las pruebas a superar para volver al mundo de los vivos.
Nada puede prepararnos para el cuerpo partido en dos de la pobre Leigh, escena tanto más extrema cuanto que se deja a nuestra imaginación...pero el guión fracasa al volver a inmiscuir a la policía en todo esto, incluso iniciando una inútil detención contra Ryder. ¿Para qué? A él no hay nada que lo detenga. ¿Por qué dejar que las normas del mundo real tomen parte aquí?