Sin duda, esta es la película del momento, de la que todos hablan y de la que, además, hablan bien. Críticos, público, gente del cine, todos coinciden en que será la ganadora de la próxima edición de los Oscar. Ya arrasó en los Globos de Oro (7 de 7, lo nunca visto). No soy un fan de los musicales, como decía el pérfido Boyero en su crítica de EL PAÍS, pero reconozco que el inicio de la película, con un número musical antológico, genial, maravilloso, te atrapa de tal forma que ya sigues la historia con mucho interés. Sinceramente, después de ese arranque, nada es ya mejorable. Y la historia central, la hora y media de lucha por un sueño, amor, desamor y demás entre Stone (magnífica) y Gosling (muy potable), es buena pero desmerece algo a ese inicio tan espectacular. Pero, ojo, llegamos a un trecho final de película que vuelve, increíble, a ser antológico, genial, maravilloso, que te vuelve a atrapar, esta vez desde la angustia, la añoranza de lo que puedo ser y no fue y el desamor, de tal forma que se convierte en uno de los finales más anti Hoollywood y más memorables de los últimos tiempos. Un final igual pero al revés que el inicio de UP, esa joya de Disney que nos enseña una vida entera de amor en pareja en apenas tres minutos. Ese inicio y ese final, tan magníficos, son la carta de presentación de Chazelle como uno de los directores más prometedores del momento.

Estamos, seguramente, ante una película que pasará a la historia de los musicales y del cine en general. Una película muy bonita, algo que hace tiempo que no podíamos decir de un film.