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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
2 de noviembre de 2010
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evolución humana tiene un camino claramente trazado y en él hay un lugar para la equidad, la justicia social, y para el respeto sin distingos a la dignidad humana. Quienes se opongan a esto, entrarán en desuso y encontrarán su ocaso de manera irreversible porque, la paz y la felicidad, no son un beneplácito para unos cuantos hombres, son bienes para todos y todos habremos, un día, de acceder indefectiblemente a ellos.

Para bien de la humanidad, las aristocracias son hoy apenas una minúscula colonia que se preserva viva porque, a veces las culturas se fosilizan y se acostumbran tanto a las tradiciones, que no hacen espacio para cuestionar el mantenimiento de unos especímenes que deniegan el equilibrio humano al conservar un privilegio donde, la ostentación y el derroche, en nada se compaginan con sus pobrísimos esfuerzos.

Los palacios –lo vemos en “EL GATOPARDO”- son inmensas tumbas colmadas de chécheres inútiles, para calmar el vacío interior de aquellos que no saben nada de humildad, de generosidad y menos aún de amor incondicional. Objetivas son las palabras del príncipe Fabrizio de Salina, cuando presintiendo su necesario ocaso dice:”Soy un exponente de la vieja clase, fatalmente comprometido con el antiguo régimen al que me ligan vínculos de descendencia y afecto. La mía es una generación a caballo entre dos mundos, pero que ya no encaja en ninguno”. Sí, así es. Y es el conde Luchino Visconti quien, mediante su alter ego, lo manifiesta. Y quizás sea cierto que, "a los gatopardos y a los leones, los sustituirán chacales y alimañas", pero estos aprenderán a vivir en comunidad, lucharán por el bien común, y sabrán salir del encierro mezquino de la familia donde se viste con lujosos colores, pero se tiene el alma vacía de nobles sentimientos.

Colmado de lujo, con un embellecimiento que trasciende la realidad para recrear postales que reflejen el “paraíso” en el que habitaba la aristocracia de entonces, y rodada en tecnirama con la soberbia luz del maestro Giuseppe Rotunno, el filme se propone demostrar que el “insigne ahora (1860)” de las dinastías, no debió ser derribado por el Risorgimento (resurgimiento) de la nueva Italia, donde el país se reunificaría y el poder pasaría a manos del pueblo con líderes tan notables como Giuseppe Garibaldi.

Empero, la evolución hacia el punto medio, de que tanto hablaba Buddha, es irreversible, y por eso, este filme resulta anacrónico y viciado, y la nostalgia que respira no motiva en nosotros interés alguno, porque somos de aquellos que deseamos con ímpetu la abolición de toda inequidad.

Válidas son las palabras de Alberto Moravia cuando, aludiendo a este filme, decía: “Un velo de irrealidad un tanto estetizante se interpone entre nosotros y la pantalla”.
Luis Guillermo Cardona
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