¡Cuán poco ha aprendido la humanidad en tantísimos siglos de existencia! Pasan los años… las décadas… los siglos… y el llamado progreso no ha sido otra cosa que mejorar el funcionamiento (no siempre la calidad) de cosas materiales y hacer algunas labores en menor tiempo y con mayor eficacia. Pero lo esencial en nuestra vida: la paz y la felicidad, las alejamos cada día con nuestro afán de competencia, las divisiones de todo tipo... y con la incapacidad de ver al otro como lo que realmente es: un hermano.

La película de, Richard LaGravenese, aunque tiene una estructura argumental que nos trae a flote el, a veces, inevitable grito de ¡deja vú!, tiene el mérito invaluable de contar una historia verdadera que reviste un inmenso interés cuando da cuenta de la gran integración y confraternidad que puede alcanzarse cuando hay vocación, compromiso y amor incondicional.

En la vida real, Erin Gruwell es una profesora estadounidense. En la secundaria, Woodrow Wilson de Long Beach, California, al hacer su práctica le asignaron la clase con estudiantes de más bajo desarrollo y al presenciar el mal trato que se ejercía entre ellos mismos, decidió enfocar su curso hacia el ejercicio de la tolerancia, invitando incluso a personajes sobresalientes en este terreno… y lo que logra con estos alumnos ¡es bien digno de conocerse!

La película comienza con, Erin Gruwell, una mujer casada y sin hijos que ingresa como profesora de inglés en la preparatoria Woodrow Wilson. El ambiente allí está caldeado. Los años '90 han significado violencia entre pandillas y choques de los blancos contra las minorías raciales (negros, latinos y asiáticos). Las muertes, heridas graves y/o violaciones a los derechos humanos, son noticia de cada día.

Cuando la profesora ingresa al aula 203 de aquella preparatoria, pareciera haber cruzado las puertas del infierno: Entre los jóvenes hay rivalidad, intolerancia, irrespeto, agresividad. Son seres excluidos del afecto y de las oportunidades. Nadie cree en ellos y nadie espera que un día puedan llegar a valer como seres humanos. Muchos de ellos están en pandillas, delinquen y han sentido las balas entrar muy adentro de su piel. Han visto morir a sus parientes, a sus amigos y a sus vecinos, y entonces sienten que la vida no es más que luchar para defender su territorio, aunque luego se pudran en el más triste de los olvidos.

Los chicos sienten, porque lo han experimentado, que la justicia no significa que los malos vayan a la cárcel, sólo significa que alguien tiene que pagar por un crimen... y los que detentan el poder procuran que, ese alguien, pertenezca a las minorías.

Contra todo, la profesora Gruwell quiere demostrarles que hay alguien que sí cree en ellos, y su lucha trazará un bello sendero que nos demuestra, fehacientemente que siempre se está a tiempo de volver a la luz.
Vale la pena indagar sobre Los Escritores de la Libertad (Freedom Writers). Han dejado huella y han dado otro paso hacia la meta definitiva: La Unión de todos los hombres.

LaGravanese, acreditado guionista de títulos como, “The Fisher King”, “The Bridges of Madison County” y “Beloved”, entre otras, tiene aquí su cuarto trabajo como realizador, y nos deja bastante satisfechos con el resultado porque consigue sensibilizarnos trayendo de nuevo a la luz un hermoso compromiso que muy pocos profesores asumen y el cual brinda siempre las mayores satisfacciones que podemos alcanzar como seres humanos.

Título para Latinoamérica: ESCRITORES DE LA LIBERTAD