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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Thriller Historia del atentado con coche bomba de ETA que mató a Carrero Blanco en diciembre de 1973. Tiempo atrás varios hombres que formaban un comando de ETA tenían una misión: secuestrar al almirante Carrero Blanco para intercambiarlo por presos políticos. Sin embargo, cuando estaban a punto de cumplir su objetivo, Carrero fue nombrado Presidente del Gobierno, y los planes cambiaron. Tiempo después, uno de los hombres de aquél comando sigue ... [+]
18 de julio de 2018
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la Guerra Civil que duraría cerca de tres años (1936-1939) y que concluiría con el triunfo de las fuerzas fascistas comandadas por Francisco Franco, este general establecería una de las dictaduras más enconadas del siglo XX y el que, quizás, sea el período más oscuro de la historia española que, además, ¡duraría más de tres décadas! Durante este período (que iría desde 1939 hasta la muerte del general en 1975), surgió una organización que, con el nombre de E.T.A. (Euskadi Ta Askatasuna, en euskera, País Vasco y Libertad)), se autoproclamó abertzale (nacionalista), independentista, socialista y revolucionaria. Hasta su desarme en abril de 2017 y su disolución el 3 de mayo de 2018, el más impactante golpe propinado por los gudariak de E.T.A. contra la dictadura, fue el perpetrado el 20 de diciembre de 1973, cuando, mediante una gran carga de dinamita subterránea, terminaron con la vida del almirante Luis Carrero Blanco, entonces presidente de la república y quien, hasta entonces, era el más seguro aspirante a proseguir con la dictadura, tras la muerte del ‘eterno’ general. Pero, Carrero se marcharía dos años antes, al tiempo que su asesinato, causado con la ejecución de la llamada, Operación Ogro (término éste con el que sus enemigos lo calificaban), motivaría que se nombrara a otro de la línea dura como su sucesor… y E.T.A. se convirtió en el más fuerte movimiento opositor al franquismo.

Cuando al director italiano, Gillo Pontecorvo, le propusieron hacer la adaptación cinematográfica de este suceso, la idea le sonó enseguida, pues, así completaba su trilogía: Luchas por la Independencia, que había iniciado con ese sorprendente filme titulado “La Batalla de Argel” y continuado, luego, con la muy valiosa, “Queimada”.

Para lograr otro fiel registro como lo hiciera en Argel, Pontecorvo hizo contacto con algunos miembros de E.T.A. en plena clandestinidad, y a pleno riesgo, decidió entrevistarlos para obtener documentación fidedigna, y a diferencia de su más celebrado filme, donde la masa era prácticamente la protagonista, aquí son cuatro personajes principales los que asumen la operación con unas cuantas ayudas, lo que le permite entrar un poco más en sus relaciones interpersonales.

Resulta curioso -aunque fácilmente explicable- que, Pontecorvo, se limita a mostrar a Carrero Blanco como un hombre de iglesia que, religiosamente, va a misa cada ocho días y allí luce como un hombre frío, pero, muy “espiritual” … que inclusive ¡comulga! Para los que están avisados sobre los caminos de la hipocresía, esto es bastante diciente, pero no faltará quien, luego de ver la película, lance frases del type naïf: “¡que tipos tan malos, matar a un hombre tan bueno!”, y así queda "claramente" plantada la otra lectura.

Gian María Volonte’ (Izarra), Eusebio Poncela (Txabi) y José Sacristán (Iker), están muy bien en sus respectivos roles de combatientes urbanos, y Ángela Molina (Amaiur) y Nicole Garcia (Karmele) un buen punto de apoyo para las labores estratégicas de la operación. ¡y cómo no mencionar a ese ángel llamado, Ana Torrent, en su pequeño, pero significativo rol, de la pequeña vasca!

Le objeto a “OPERACIÓN OGRO”, las reiterativas idas y venidas entre 1973 y 1978 que, por momentos, llegan a confundirnos, y por esto mismo, creo que el filme se tarda un poco en conseguir atraparnos, pero, de resto, es un valioso material histórico que vuelve a dar prueba de los hechos extremos a los que obligan ciertos regímenes políticos.

Se cierra así, una muy corta, pero, sobresaliente obra cinematográfica, pues, infortunadamente, de aquí en adelante la labor de Gillo Pontecorvo se reduciría a la participación en algunos documentales colectivos sin demasiada relevancia… y de ninguna manera fue, éste, un buen final para un director que se merece un prominente lugar en la historia del séptimo arte.
Luis Guillermo Cardona
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