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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Drama Sexo, frustraciones y violencia se ocultan bajo la tranquila apariencia de Peyton Place, una pequeña localidad de Nueva Inglaterra, cuya clase alta no está dispuesta a reconocer la irregular conducta de sus miembros. (FILMAFFINITY)
7 de diciembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada pueblo pareciera ordenado para contener la misma suerte de personajes que encuentras en cualquiera otro, por cercano o lejano que se encuentre. Las diferencias de clase, la variedad de caracteres, los distintos niveles emocionales de unos y otros… y demás características socio-económicas de sus moradores, suelen darse aquí, allá y en cualquier otra tierra, y son éstas diferencias las que permiten que exista el conflicto con el que se prueba el compromiso social (solidaridad, participación, acciones y obras para el progreso…) y con el que se abre espacio a muy diversos empleos (hospitales, seguridad, fabricación de instrumentos de protección…).

Cada falta o delito, abre también el camino para elegir entre el castigo o el perdón; entre el aislamiento o la resocialización… y cada diferencia en las ideas o en la manera de ver el mundo, nos brinda la ocasión de aplicar respuestas abruptas y/o agresivas o ejercer con altura el respeto y la tolerancia. Un mundo plural donde las desigualdades no sean extremas es lo que muchos esperaríamos; y una sociedad con amplio acceso a la cultura y a la educación de calidad, es lo que garantizaría un más alto nivel de entendimiento y convivencia pacífica.

Peyton Place, es un pueblo muy parecido a muchos otros pueblos. También aquí están las personas cultas que propenden por el mejor ser y estar de sus habitantes... Encuentras a los padres y amas de casa que se esmeran en la atención y el cuidado de su pareja y/o de sus hijos... Vemos allí a los jóvenes que luchan por adaptarse a un sentir adulto que con frecuencia no los entiende… y también, ¡claro que sí!, está la señora dedicada a la maledicencia y a fomentar las desavenencias; el padrastro borracho e irresponsable interesado indebidamente en su propia hijastra; el padre que quiere decidir por su hijo llevado por los prejuicios; la madre que sigue juzgando a su hija, y a los chicos en general, con los criterios de una anclada generación… y por supuesto, la intervención abrupta y necia del Estado, para separar a las familias llevando a sus hijos a una guerra que bien pudo evitarse. Así, Peyton Place, se va llenando de aquellos conflictos que distancian la paz y traen a los pueblos toda suerte de desgracias... pero, como también suele ocurrir, la crisis permitirá que algunos salgan reforzados y encuentren la forma de reorientar sus vidas positivamente.

Es evidente que la novela, “Peyton Place” (1956), contribuyó a la lucha por los derechos de las mujeres que comenzaba a reforzarse por aquellos años, y también demostró la gran falacia y el choque generacional que se padecía por la estrechez de miras de los mayores. En estos aspectos, fue una obra revolucionaria, y su gran éxito (¡32 millones de copias vendidas!), demostraría que su autora, Grace Metalious (Marie Grace DeRepentigny) ¡otra mujer!, había dado en todo el centro de la diana. Como era de esperarse, la obra armó revuelo, muchos se persignaron, y hasta se atizó el fuego con avisos retrógrados de este estilo: “No tenemos ejemplares de ‘Peyton Place’… pero en Salem podrán encontrarlos”.

Como era de esperarse, los productores se interesaron enseguida por llevar la obra al cine y así surgió esta brillante y aleccionadora película que, en España, se conoció como <<VIDAS BORRASCOSAS>>. El guion se encargó al experimentado, John Michael Hayes, quien, dada la extensión de la historia, se vería obligado a reducir y modificar algunos aspectos; y la dirección se puso a cargo del renombrado, Mark Robson, quien, con pulso firme y apoyado por un equipo técnico y actoral altamente calificado, llevaría a buen puerto ésta imperecedera realización.

Lana Turner, fascinante como siempre, jugando a la madre que, habiendo cerrado las puertas al amor, no logra adaptarse a los jóvenes de hoy. Arthur Kennedy, el triste ejemplar del padre irresponsable que tan sólo llena de sombras la existencia. Hope Lange, Diane Varsi, Russ Tamblyn, Terry Moore y Barry Coe, los jóvenes que luchan contra una generación que aún no entiende el derecho a la libre autodeterminación, y que, en el peor de los casos, lo único que pretende es hacerles daño.

Se trata, ahora, de “enseñar la verdad hasta su límite máximo, y enseñar un máximo de hechos y un mínimo de ideas”. En este principio del nuevo rector de la secundaria, puede estar asentado un aliento de futuro.

Título para Latinoamérica: LA CALDERA DEL DIABLO
Luis Guillermo Cardona
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