Seguramente sin el inesperado éxito que supuso "El otro lado de la cama" de la cual era guionista, David Serrano no se hubiera atrevido nunca a filmar una película como "Una hora más en Canarias". Presentar una comedia de enredos amorosa, con números musicales en una cinematografía tan poco dada al género como la española corre el riesgo de acabar en una cursilada cuando no en caer en el más absoluto ridículo. Serrano demuestra agallas y la tarea, si bien no le ha salido tan redonda como su predecesora, sí que le ha permitido salir indemne de tan arriesgada jugada. Claro que cuando se cuenta con un reparto tan ajustado a sus papeles la cosa se vuelve más fácil. Hay que reconocer una excelente labor de cásting, pues los actores se ajustan perfectamente a la piel de sus personajes y consiguen sacar brillo a un guión que va perdiendo fuerza conforme avanza la película. Se echan de menos en este aspecto unos diálogos más chispeantes, con esa chispa de genio que podían haberle dado los grandes de la comedia española (y estoy pensando en un Fernando Trueba en su mejor forma, cuando no un Berlanga o un Manuel Gómez Pereira) y si bien la presencia de Eduardo Blanco eleva el tono general de la cinta, los secundarios, especialmente el duo Isabel Ordaz-Kiti Manver no acaban de funcionar, mostrando ambas un dibujo demasiado obvio, falto de sutileza. Con todo, "Una hora más en Canarias" se muestra como una película ligera y refrescante, ideal para disfrutarla en esta época del año, como ya pasara, con todas las diferencias (más que nada presupuestarias) con la "Mamma mia" de Phyllida Lloyd, película con la que guarda más de una referencia, así como con "Todos dicen I love you", bastante evidente en las secuencias "volátiles" de Juana Acosta, con la diferencia, en este caso a favor del film de Serrano, que su capacidad de autoparodia es bastante superior a todas sus precedentes.

Lo mejor: la frescura que desprenden los personajes principales.

Lo peor: la historia va claramente de más a menos.