Bienvenidos a la Fiesta de Cumpleaños de Thomas (Thomas Mann). Prometería ser una velada aburrida y eso que sus padres están fuera todo el fin de semana. Pero sus amigos Costa (Oliver Cooper), JB (Jonathan Daniel Brown) y Dax (Dax Flame, con cámara en mano atestiguando un suceso imprevisible que irá in crescendo) le prepararán una jornada inolvidable que jamás olvidará. Lo que empieza con una simple reunión de cuatro y cinco amigotes en el jardín de un intocable hogar, empieza a agrandarse (vía correo, vía facebook y twitter) a límites insospechados. ¿Alcohol? Habrá. ¿Tías buenas? A montones. ¿Música? Como el oxígeno que se respira… ¿Extasis? Generalizado y también en pastillas…

La originalidad de éste film se reduce a la infinita exageración posterior a su planteamiento. Unos adolescentes con ganas de pasarlo bien la “lian parda” partiendo de la inocente mamarrachada nocturna hasta llegar a los confines de la locura. Se habría exigido un desenlace más dramático a lo que viene a posteriori (a momentos se recurre a las duras bromas de “Jackass” o a las películas de zombis). Tal efectismo (con el productor Joel Silver dando el beneplácito) no consigue categorizar ésta película como las mejores de su especialidad. Y es que todo queda como una travesura efectista con el fin de impresionar al público, y más si es de la edad de los protagonistas. Ni siquiera Todd Phillips (Resacón en las Vegas) como productor convence en ésta versión “teen” de la película que lo llevó a la fama delegando la dirección a Nima Nouridazeh, un productor musical que poco cine ha hecho y que, en éste aspecto, poca carrera se le promete.

Lo Mejor: el ritmo creciente, o decreciente, de la fiesta, como se vea
Lo Peor: los tópicos de siempre que sobran, como por ejemplo, el personaje de Costa: todo un coñazo