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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Thriller. Drama Joe (Joaquin Phoenix), ex marine y antiguo veterano de guerra, es un tipo solitario que dedica su tiempo a intentar salvar a mujeres que son explotadas sexualmente. No se permite ni amigos ni amantes y se gana la vida rescatando jóvenes de las garras de los tratantes de blancas. Un día recibe la llamada de un político porque su hija ha sido secuestrada. (FILMAFFINITY)
30 de noviembre de 2017
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película perturbadora e incómoda, dirigida por Lynne Ramsay, quien también se encarga del guión basado en la novela de Jonathan Ames. Salvando las distancias, estamos ante una Taxi Driver revisitada, referencia ineludible que cualquier espectador evocará, con Joaquin Phoenix como nuevo Robert de Niro y Ekaterina Samsonov como la nueva Jodie Foster. La similitud con la película de Scorsese en éstos y otros detalles son innegables.

Ramsay atrapa al espectador desde el principio a base de crear una atmósfera oscura y angustiosa. Nos inunda de primerísimos planos que hace que nos aplastemos contra la butaca, abusa del plano fijo y tira del manual del cine negro con escenas reflejadas en los espejos, acciones en segundo plano y otras que no vemos pero escuchamos. La violencia, unas veces latente y otras explícita, es constante. El desasosiego nos cubre y hace que no paremos de cambiar de postura, ya que nunca terminamos de estar cómodos.

Joaquin Phoenix es el nazareno que lleva a cuestas la carroza de la película, absolutamente. Su interpretación descomunal, diría que más física que técnica, nos muestra un Joe taciturno, resignado, desencantado, repleto de cicatrices por dentro y por fuera. Un hombre cuya intimidatoria presencia física contrasta con su ausencia anímica. Como dice el título del film, está pero en realidad no está. En su interior ya murió hace muchos años, debido a las atrocidades que sufrió durante su infancia y nos son mostradas mediante impactantess flashbacks.

A pesar de que la película tiene poco de novedosa y los personajes y situaciones nos resultan conocidos, hay algo en ella que engancha. Hemos visto demasiados tipos con la personalidad rota, destrozados por la vida, que se desahogan violentamente contra los malos. Demasiadas adolescentes decididas a echarse a perder y demasiados salvadores. Demasiados conflictos entre padres, madres e hijos. Casi nada de lo que pasa en la película nos sorprende. Pero aunque no nos sorprenda lo que pasa, nos cautiva el modo en que suceden esas cosas. Por eso las películas son mucho más que contar una historia, es el modo en que se cuenta lo importante, más que la historia misma.

De la película te quedan escenas grabadas en la cabeza, más que la historia en sí. Hay una escena en la que John Dorman le está explicando a Joaquin Phoenix cual será su próxima misión, mientras éste está tumbado en un sofá con unos caramelos en la mano. Mientras Dorman le da detalles de lo que tiene que hacer y cuánto le van a pagar, Phoenix está pensando en los colores de los caramelos y lamentando que no haya verdes, que son los que le gustan. De pronto encuentra uno verde y hay un primerísimo plano de los dedos de Phoenix aplastando el caramelo verde. En ese momento Dorman termina de hablar, y ni nosotros ni Phoenix nos hemos enterado de lo que decía. Nos habíamos quedado atrapados en el detalle del caramelo. Pues con la película pasa lo mismo, algunas escenas nos atrapan de tal manera que pasan a ser más importantes que el todo al que pertenecen.

La linea argumental de la historia importa poco. El estilo está por encima del contenido. Es visualmente demoledora, y te quedas impactado por las escenas sin que te importe si pierdes el hilo de algo. Hay senadores por ahí, policías, corrupción y vicio, pero no importa para nada enterarte bien del entramado de la historia. Tampoco te quieres enterar mucho. Mejor no saberlo. Como Joe cuando se ponía la bolsa en la cabeza, lo que pasa fuera no cuenta.

Como dije antes, la película es incómoda y no es fácil digerirla. Se trata de un retrato del dolor, la personalización del sufrimiento. Es descarnada y creo que me impresionaron más las escenas de violencia que quedaban fuera de plano que las más explícitas. Y lo mejor es que a mí me pareció que todo eso no era gratuito, que había bastante lirismo en esa violencia, que lo brutal y lo poético podían ir de la mano, como la inolvidable escena en que un moribundo y su asesino están tumbados agarrados de la mano tarareando “I’ve never been to me”, que sonaba en la radio.

Me parece una película muy recomendable, siempre que no esperes una película familiar. Es dura, amarga e incómoda. Lynne Ramsay tiene un estilo definido y particular. No se si tiene querencia a los primerísimos planos o es que esta película lo requería, ya lo iré descubriendo en sus próximas obras. Pero en cualquier caso, a mí me ha parecido un film valiente, por momentos fascinante, y creo que dará que hablar, para bien.

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keizz
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