Bueno estamos ante más de lo mismo mezclándose fantasía con realidad. Otra especie de relato hipotéticamente basado en 'hechos reales' al que Gerard Butler encarna al Sam Childers, el llamado 'reverendo metralleta'.
Centrándome en la película nos encontramos con una mezcla entre fanatismo religioso y denuncia social sobre el uso de los llamados 'niños de la guerra', y la consecuente apología de la violencia. Los que esperábamos una película de acción se van a llevar una desagradable sorpresa, y se van a encontrar más a una especie de mitin, con mucho monólogo y oratorias. La acción se ha de rogar, entre retazos de violencia al puro estilo americano. La película es demasiado larga, soporífera, llena de fanfarronadas no creíbles, de niños sin traumas a pesar de ser convertidos en asesinos, de mujer e hija que son unos ángeles de la bondad y comprensión, de tonterías éticas-moralistas como la inclusión de una escueta crítica a estas sectas que recopilan dinero para ayudar contra la pobreza de África y luego sus líderes se enriquecen a su costa y destina un gotear de los ingresos a ayudar a socorrer el hambre en África, mientras ellos derrochan dinero a raudales. Pero esto no tiene apenas unos minutos, mientras te tienes que creer el resto de la fábula al estilo casi de Walt Disney. Un tipo solitario que es capaz de consolar las hambrunas e injusticias de un país como Sudán o Uganda con guerras civiles que asolan el país con multitud de grupos armados. En fin, una película con mucha charlatanería barata.