Si M. Night Shyamalan logró en esa maravilla que es La Joven del Agua, minimizar a una sociedad representándola con maestría en un bloque de apartamentos donde, si todos se unían, podrían conseguir lo que buscaban, Guillermo del Toro consigue trasladarnos a un universo donde la fantasía no es precisamente un cuento de hadas donde todo es felicidad...
Más bien es un cuento de hadas oscuro, terrible cuya crueldad es soportada en gran medida por la jóven protagonista, que intenta escapar del mundo real, aún más cruel que el fantástico: dulzura y terror, tristeza y alegría a partes iguales, en ámbos mundos, por supuesto.
La película es puro drama: no entendamos que por ser un cuento tengamos felicidad a raudales y un final Walt Disney; es muy dura, con escenas bastante dramáticas y poderosas en donde podemos ver la calidad de la interpretación de los actores y de la realización de Del Toro. Tenemos imágenes para el recuerdo, escenas que no se borrarán de nuestras retinas, criaturas mostruosas (reales y de fantasía, ahí reside el poder narrativo de la película), un marco histórico perfecto, una alegoría de la individualidad del ser, la desobediencia como canto a la libertad, la imaginación como vía de escape, diferentes niveles de lectura (el histórico y lo que ello conlleva, y el del género de aventuras), crea héroes (bélicos) y heroínas (en un mundo donde la esperanza vive escondida en la fantasía), es inquietante, mórbida, imaginativa...
Buena banda sonora (acorde con el mundo histórico y el fantástico), actores excelentes (Maribel Verdú está irreconocible, así como Sergi Lopez, malo malísimo que tiene una escena en la que sólo hace contar hasta tres a un tartamudo, pero que te pega a la butaca y te hace temblar), diseño de producción inmejorable (costó menos de 7 millones de dólares), efectos sorprendentes (el fauno y el hombre pálido son maravillosos, aunque un poco torpes)...
En definitiva, es una obra de arte de la mano de Guillermo del Toro...