El experimento promete y desaloja en un instante crucial. La fuerza de la película se diluye en el mismo instante en que su proposición queda finiquitada por su resolución. Traslada al espectador de la incertidumbre inicial sobre el manejo de su propuesta, al tedio más absoluto por la falta de genio en su desenlace. De un thriller psicológico a una peli cutre de acción, de medidas desesperadas a medidas esperadas, del cachondeo al navajazo...

Lo que ocurre es que en medio no hay nada, porque lo que nos muestra en el cambio es aire vestido de cólera. Un absurdo jerárquico que se impone al fin principal: el dinero. Y los elementos perturbadores ni son elementos ni perturban. Además, cortar la secuencia del Elvis con nuestra directora me parece un insulto a todos los que presuponíamos alguna emoción desde las tripas. Y aquí no hay nada de eso, más que control, control, control... pero del malo, ineficaz y resuelto por una mente que debe de controlar tanto de psicología como yo de paleoastronaútica.

Aún así no la suspendo. Esta película me da que pensar...