La persecución de los cristianos en Japón es algo que pocas veces o ninguna se ha contado en una película, y va Scorsese y lo hace. Lo que pasa es que en esta ocasión lo cuenta de una manera demasiado tranquila, sin el punch de sus trabajos más queridos.
Andrew Garfield pone cara de asco cuando trata de mostrar sorpresa y eso tampoco es, a ver si va a poder ser. Hijo, si no sabes colocar los gestos en su sitio a cada momento te quedas en tu casa haciendo ganchillo, que ya está bien. Aunque hay que decir que en Hasta el último hombre está mucho mejor, y eso le redime en parte.
Bueno, una historia con grandes paisajes y momento pero momentos para el hastío que no lo levantan los actores japoneses que aparecen en la pantalla. Si Kurosawa o Kobayasi vieran esto se cambiaban de nacionalidad y se hacían etíopes.

Bill de Caledonia.