Después de más de quince años haciendo películas y después de haber ganado un Oscar como guionista y un premio de interpretación en Venecia, fue su debut como director, Adios pequeña adios, el que colocó a Ben Affleck en una posición de privilegio dentro de la industria. La crítica aplaudió su película, y aunque el éxito de público fue discreto, consiguió un respaldo que supo aprovechar mejor que nadie con su segunda película. The town estuvo a la altura de las circunstancias y la carrera de Ben Affleck como director era ya un hecho.
Argo, su tercera película, es la prueba definitiva, por si alguien la necesitaba, de que el talento de Ben Affleck como director es inversamente proporcional al que tiene como actor, y es que en esta película se ven sus dos caras, y la verdad es que no hay comparación.
Argo nos cuenta lo que aparentemente es un disparate mayúsculo si no fuera porque está basada en hechos más que reales, perfectamente descritos en unos documentos que el gobierno estadounidense desclasificó hace unos cuantos años, dándolos a conocer a la opinión publica.
En 1979 la embajada de Estados Unidos en Iran fue tomada por una masa humana enfurecida ante la acogida que en el pais americano había tenido el exiliado Sha de Iran, Mohamend Reza Palevi. En ese asalto fueron retenidos durante 444 dias todos cuantos en ese momento se encontraban en el edificio, todos menos seis. En medio del caos seis trabajadores de la embajada consiguieron salir a las calles de Teheran y refugiarse en la embajada de Canadá. Cuando las autoridades iranies descubrieron que entre el personal retenido faltaban seis personas, la busqueda por la ciudad se intensificó. Y ahí comenzó un grave dilema para la CIA y el gobierno americano. Como rescatar a esas personas y sacarlas del pais fue un importante dolor de cabeza hasta que un especialista en este tipo de operaciones propuso, seguramente, la más disparatada de las opciones. Una operación en la que Hollywood tenía mucho que decir.
Sobre este hecho histórico , muy poco publicitado hasta ahora, Ben Affleck monta una película que trata de abarcarlo casi todo y, sorprendentemente lo consigue. La reconstrucción de unos acontecimientos con un marcado carácter político queda reflejada en las vibrantes primeras secuencias en las que la película nos situa perfectamente en un contexto histórico muy delicado. El drama de los fugitivos en suelo enemigo está descrito intensidad, mientras que la tensión la transmiten quienes, en suelo americano, deben resolver la situación. También hay cabida en Argo para el humor, el ingenio y la réplica brillante, y esto nos lo ofrece la parte más lúdica, que no ligera, de la película en ese breve pero delicioso ajuste de cuentas con el Hollywood de finales de los setenta. Es aquí donde John Goodman y un genial Alan Arkin se meten al espectador en el bolsillo. Cuando finalmente Argo quiere envolver al público en una aventura trepidante y tensa como pocas también lo consigue, con una última parte sencillamente soberbia que culmina en uno de los clímax más angustiosos y liberadores de los últimos años.
Solo falla cuando el guion quiere profundizar un poco más en el personaje protagonista, quizás con la intención de proporcionar un cierto lucimiento a Affleck como actor (y que él no aprovecha), ya que su historia familiar no aporta nada a la película más allá de unos previsibles tópicos. Desgraciadamente a esta parte se le da excesivo protagonismo al final, terminando la película un tanto desinflada.
Ben Affleck demuestra que es un director superdotado capaz de sacar adelante con brillo y energía un coctel con tantos y variados ingredientes como es Argo, seguramente su mejor película y una de las más disfrutables de este año.