Es muy difícil que una serie me mantenga enganchado ocho temporadas, y que en las ocho lo haga con igual pasión. Eso es algo que ha conseguido 24. A estas alturas no tengo claro que es lo que pasaba en cada una de ellas, me suenan caras y nombres pero no sabría ubicarlos en cada uno de los ocho fatídicos días que narra la serie. Lo que si tengo más que claro son las sensaciones que me provocan cada capítulo.
Se puede acusar a esta serie, y con razón, de mil cosas distintas. Unos dirán que no hay quien se la crea, otros que es ideológicamente deplorable y no seré yo quien les diga lo contrario. Pero en este caso son cosas que pasan a un segundo plano. Ya que la tensión que provoca cada capítulo no es comparable a nada. No hay película de acción hay en día que te mantenga tan pegado al asiento como lo hace 24. Además resultan brillantes las espectaculares piruetas del guión, con quiebros que cambian totalmente la orientación de la historia a mitad de temporada, y también las pequeñas historias secundarias que enrarecen el ambiente, sobre todo en la UAT. Creo que además en 192 capítulos (si no he hecho mal las cuentas) no hay ninguno que no termine en lo más alto en cuanto a angustia e interés.
Aunque la acción transcurra de día o de noche, en luminosos exteriores o claustrofóbicos interiores, la atmósfera no se relaja en ningún momento.
Kiefer Sutherland, después de muchos años sin encontrar un lugar en el cine, por fin lo ha encontrado aunque sea en televisión, y sin duda este será el personaje por el que se le recordará. Junto a él infinidad de actores cada temporada completan un reparto soberbio. A destacar los sucesivos Presidentes de Estados Unidos, Dennis Haysbert, Cherry Jones, estrella en las dos últimas temporadas, o el viscoso y retorcido Charles Logan que encarna Gregory Itzin.
Para acabar recordaré uno de los momentos mas tensos que recuerdo viendo una serie (o película, daría igual) que es cuando en no se que temporada, Jack Bauer tiene que matar a su inmediato superior para satisfacer las exigencias del terrorista de turno. Esto ocurre junto a las vías de un tren (creo) con las dos personas, víctima y verdugo, siendo muy conscientes de lo que tenían que hacer. Simplemente memorable.