Valoré la serie y escribí sobre ella después de ver la segunda temporada. He esperado hasta el final definitivo de Perdidos para volver a escribir sobre ella y quitarle algún punto en mi valoración. Y es que después de seis temporadas Perdidos ha dado pie a infinidad de opiniones, interpretaciones, amores y odios. En mi caso el entusiasmo sin complejos duró las dos primeras temporadas. Durante las tres siguientes temporadas el nivel excepcional de algunos capítulos contrastaba con la sensación de que aquello podía acabar de cualquier manera. Hasta llegar a la sexta temporada, la peor, en la que se han seguido creando dudas hasta el final, cada vez más disparatadas, para rematarla con un capítulo final tan emotivo como insatisfactorio.
A estas alturas todo el mundo sabe lo que sucedió con el vuelo 815 de Oceanic, pero pocos serán capaces de detallar la infinidad de sucesos acontecidos desde entonces. Tras ese primer capítulo Perdidos nos llevo a un mundo adictivo, en el que cada nuevo capítulo enganchaba más que el anterior. Cada nuevo misterio resultaba más apasionante que el anterior y cada sorpresa era más inesperada que la anterior. Todo ello combinado con una narración que combinaba de forma brillante el tiempo actual con flash-backs que nos aportaban información sorprendente sobre cada uno de los personajes. A esto además hay que añadir el pulso magistral que se alcanzaba en la gran mayoría de los capítulos, en los que se combinaba la acción, la tensión y la emoción con auténtico talento.
La aparición de Los Otros, la escotilla, Desmond, Rousseau, los otros supervivientes, los números y Benjamin Linus y Juliet (inolvidables personajes) son aportaciones de guión geniales que dan a Perdidos un interés cada vez mayor haciendo que la intriga llena de misterios sea cada vez más absorbente.
Llega un momento en el que la acción se complica cada vez más, y ya no solo conocemos el pasado de los personajes, sino que se nos presenta un futuro. Algunos personajes, de alguna forma, salen de la isla. La intriga es cada vez más apasionante, pero también se va complicando la posibilidad de que todo aquello pueda tener un final, no ya coherente, sino medianamente serio.
Los movimientos de la isla, los saltos en el tiempo, la presencia de Jacob, y muy especialmente todo lo que ocurre en la sexta temporada son aportaciones que ya no generan interés sino confusión. La cantidad de datos acumulados después de tantos episodios es tan brutal que uno se ve incapaz de asumir lo que esta viendo, y durante la última temporada, más que disfrutar, el espectador se deja llevar exhausto por la avalancha de información, no siempre útil o necesaria.