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Voto de TOM REGAN:
6
6,2
388
Drama. Cine negro. Romance
Un marinero atormentado por sus recuerdos en un campo de concentración alemán (Burt Lancaster), mata involuntariamente a un individuo. En su desesperada huida, entra en la casa de una enfermera (Joan Fontaine), que le ayudará a demostrar su inocencia haciendo frente a un chantajista (Robert Newton), que presenció la pelea. (FILMAFFINITY)
10 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
85/05(06/05/16) Interesante film menor de Norman Foster, una apreciable muestra de cine negro, con una afamada pareja protagonista, Burt Lancaster y Joan Fontaine, posee un arranque sugestivo que hace te mantenga atento, una cinta con tensión, acción, romance, y mucho fatalismo, lo malo es que en su último tercio se pierde lo bueno para un rush final que se siente a demás de aturulladlo falto de valentía, cayendo en clichés demasiado buenistas, asimismo no exprime el potencial de algunos elementos. Distribuida por Universal, fue la primera película producida por "Norma", compañía independiente creada por Burt Lancaster junto a Harold Hecht, el film se basa en una novela de Gerald Butler, el guión es de Leonardo Bercovici (“La mujer del obispo”, “Jennie” o “Ironside”) de una adaptación de Ben Maddow (“La jungla de asfalto”, “Los que no perdonan” o “El secreto de santa Vittoria”) y Walter Bernstein (“Undía volveré”, Fail-safe” o “La tapadera”), todos ellos víctimas Lista Negra de Hollywood, con lo que hay que entender subliminalmente algunos recursos del film, como el hecho del acoso a alguien que se ha equivocado.
Estamos en la post-WWII en una ciudad indeterminada de Inglaterra, Bill Sauders (Burt Lancaster) es un veterano de guerra que sufrió los rigores de la misma en un campo de prisioneros. Tras un altercado en un bar da un puñetazo al dueño del local y se golpea la cabeza, pudiendo seguramente haber muerto Bill huye por las nocturnas calles con la policía en sus talones se mete a escondidas en un apartamento, allí estaba durmiendo Jane Wharton (Joan Fontaine), una enfermera que ha perdido a su marido en la guerra. Los dos pasan la noche esperando la cosa se calme en el exterior, a Bill le cae en gracia la enfermera.
Foster dirige con gran sentido estético noir para imprimir los sombríos sentimientos del protagonista, envolviendo en oscuridad y penumbra a un tipo paranoico, violento, desgastado por un mundo que le oprime, ello para hacer un estudio de personaje que llega a sentirse como un animal enjaulado, acuciado por los fantasmas de su sufrimiento en la guerra, explotando en su personalidad en sus sentido de supervivencia, de egoísmo, soltando puñetazos a diestro y siniestro, robando carteras a incautos, intentando timar a pobres hombres, y pensándose si saquear medicinas fundamentales para evitar una epidemia. Un melodrama con dosis de thriller en el que se tocan temas como el síndrome post-traumático, la frustración vital, el buscarle un sentido a la vida, como lidiar con los fantasmas del pasado, las ansias de redención, la crítica al sistema penitenciario, y sobre todo los sentimientos de culpa que uno acarre y que atosigan la conciencia, ello lo hace un tanto desequilibradamente, orgánicamente con algunas lagunas, como el modo tan flemático con Jane acepta a un intruso huido de la policía en su apartamento, su romance me parece un tanto forzado, metido con calzador, había que meter un motor para que se pudiera redimir Bill, y este es el romance, pero este no está bien construido, con lo que el andamiaje tiembla. Un desarrollo ágil, con giros sugerentes, como la aparición zozobrantre de un Robert Newton en un rol sibilino formidable, que hacen su escaso metraje se pase sin hacer presencia el tedio, proponiendo dilemas morales hacia Bill, que no sabremos por su carácter voluble por donde irá.
Las taras son evidentes en varios elementos: No se sabe exprimir la tortuosa personalidad de Bill, quedando todo muy superficial, tampoco se sabe el porqué del comportamiento errático de Jean; La química entre Joan Fontaine y Lancaster es bastante pobre, perjudicada por un guión que no sabe construir de modo coherente su relación; Nada satisfactorio es su rush final, muy precipitado, nos quieren empujar para no darnos tiempo a pensar lo caótico que es todo, siendo la guinda su edulcorado y demasiado políticamente correcto final, un tiro en el pie; Esto no tiene importancia pero si estamos en Inglaterra, porque los coches tienen el volante en la izquierda?
Burt Lancaster está bien en su rol de tipo hosco, iracundo, paranoico, pero dejando entrever fragilidad, su lenguaje físico denota poderío, lástima que el guión este tan tenuemente perfilado para darle profundidad, perjudicando la empatía con el espectador. Joan Fontaine es un error de casting, su perfil blandito y dulzón van mal con este personaje que requería algo de acidez para epatar con Lancaster, derivando que entre los dos la química es nula, y lo dicho, tampoco les ayuda lo tenuemente que están perfilados. Sin duda la mejor actuación es un volcánico Robert Newton en el rol del chantajista sibilino, con tics estupendo, autosuficiencia, ingenioso, pícaro, manipulador, demuestra un fuerte carácter y saber estar, excelente actuación.
Destaca lo bien edificada que está el estilo Noir, seguro que influenciada por la amistad del director con Orson Welles, su notable puesta en escena, gracias a la fenomenal dirección artística de Bernard Herzbrun (“El invisible Harvey” o “Winchester 73”) y Nathan Juran (“Simbad el marino” o “El ataque de la mujer de 50 pies”), rodada en estudio, con una feista ciudad, de callejones y callejuelas mugrientas, tugurios deprimentes, realzados de modo expresionista por la espléndida fotografía de Russell Metty (“La fiera de mi niña”, “Sed de mal” o “Spartacus”), manejada de modo hábil para configurar el estado emocional de los personajes, componiendo una atmósfera enrarecida, lóbrega, gris, potenciada en las escenas de noche, con emocionantes primeros planos, con tomas y encuadres que denotan mimo por emitir sensaciones,... (sigue en spoiler)
Estamos en la post-WWII en una ciudad indeterminada de Inglaterra, Bill Sauders (Burt Lancaster) es un veterano de guerra que sufrió los rigores de la misma en un campo de prisioneros. Tras un altercado en un bar da un puñetazo al dueño del local y se golpea la cabeza, pudiendo seguramente haber muerto Bill huye por las nocturnas calles con la policía en sus talones se mete a escondidas en un apartamento, allí estaba durmiendo Jane Wharton (Joan Fontaine), una enfermera que ha perdido a su marido en la guerra. Los dos pasan la noche esperando la cosa se calme en el exterior, a Bill le cae en gracia la enfermera.
Foster dirige con gran sentido estético noir para imprimir los sombríos sentimientos del protagonista, envolviendo en oscuridad y penumbra a un tipo paranoico, violento, desgastado por un mundo que le oprime, ello para hacer un estudio de personaje que llega a sentirse como un animal enjaulado, acuciado por los fantasmas de su sufrimiento en la guerra, explotando en su personalidad en sus sentido de supervivencia, de egoísmo, soltando puñetazos a diestro y siniestro, robando carteras a incautos, intentando timar a pobres hombres, y pensándose si saquear medicinas fundamentales para evitar una epidemia. Un melodrama con dosis de thriller en el que se tocan temas como el síndrome post-traumático, la frustración vital, el buscarle un sentido a la vida, como lidiar con los fantasmas del pasado, las ansias de redención, la crítica al sistema penitenciario, y sobre todo los sentimientos de culpa que uno acarre y que atosigan la conciencia, ello lo hace un tanto desequilibradamente, orgánicamente con algunas lagunas, como el modo tan flemático con Jane acepta a un intruso huido de la policía en su apartamento, su romance me parece un tanto forzado, metido con calzador, había que meter un motor para que se pudiera redimir Bill, y este es el romance, pero este no está bien construido, con lo que el andamiaje tiembla. Un desarrollo ágil, con giros sugerentes, como la aparición zozobrantre de un Robert Newton en un rol sibilino formidable, que hacen su escaso metraje se pase sin hacer presencia el tedio, proponiendo dilemas morales hacia Bill, que no sabremos por su carácter voluble por donde irá.
Las taras son evidentes en varios elementos: No se sabe exprimir la tortuosa personalidad de Bill, quedando todo muy superficial, tampoco se sabe el porqué del comportamiento errático de Jean; La química entre Joan Fontaine y Lancaster es bastante pobre, perjudicada por un guión que no sabe construir de modo coherente su relación; Nada satisfactorio es su rush final, muy precipitado, nos quieren empujar para no darnos tiempo a pensar lo caótico que es todo, siendo la guinda su edulcorado y demasiado políticamente correcto final, un tiro en el pie; Esto no tiene importancia pero si estamos en Inglaterra, porque los coches tienen el volante en la izquierda?
Burt Lancaster está bien en su rol de tipo hosco, iracundo, paranoico, pero dejando entrever fragilidad, su lenguaje físico denota poderío, lástima que el guión este tan tenuemente perfilado para darle profundidad, perjudicando la empatía con el espectador. Joan Fontaine es un error de casting, su perfil blandito y dulzón van mal con este personaje que requería algo de acidez para epatar con Lancaster, derivando que entre los dos la química es nula, y lo dicho, tampoco les ayuda lo tenuemente que están perfilados. Sin duda la mejor actuación es un volcánico Robert Newton en el rol del chantajista sibilino, con tics estupendo, autosuficiencia, ingenioso, pícaro, manipulador, demuestra un fuerte carácter y saber estar, excelente actuación.
Destaca lo bien edificada que está el estilo Noir, seguro que influenciada por la amistad del director con Orson Welles, su notable puesta en escena, gracias a la fenomenal dirección artística de Bernard Herzbrun (“El invisible Harvey” o “Winchester 73”) y Nathan Juran (“Simbad el marino” o “El ataque de la mujer de 50 pies”), rodada en estudio, con una feista ciudad, de callejones y callejuelas mugrientas, tugurios deprimentes, realzados de modo expresionista por la espléndida fotografía de Russell Metty (“La fiera de mi niña”, “Sed de mal” o “Spartacus”), manejada de modo hábil para configurar el estado emocional de los personajes, componiendo una atmósfera enrarecida, lóbrega, gris, potenciada en las escenas de noche, con emocionantes primeros planos, con tomas y encuadres que denotan mimo por emitir sensaciones,... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... esto ya remarcado a fuego en su fascinante inicio, con Bill huyendo nocturnamente por las nebulosas calles del pueblo, metiéndose por callejones estrechos, saltando vallas, y con los bobbies en sus talones, la sensación de tensión se palpa, llegando al clímax del tramo cuando Bill se cuela por la ventana de un apartamento, en estos estresantemente minutos sentiremos el sudor, la presión, el temor, jugando la fotografía con los claroscuros, las penumbras, los ángulos a diferentes niveles para desconcertar al espectador, recordándome a “El delator” (1935) de John Ford, a “Larga es la noche” (1947) de Carol Reed y a “Noche en la ciudad” (1950) de Jules Dassin, asimismo meritorio es el modo de rodar el tramo en el zoológico, con movimientos frenéticos de unos animales a otros, a modo subjetivo de la visión de Bill, provocándonos el mismo efecto que a él de desasosiego. Este aire a cine negro también resalta en otros dos tramos más, unos es el de cuando Bill va con un cargamento de medicinas en el camión con Jane, está lloviendo y está esperándole el chantajista en una esquina, rezuma angustia ambiental, el otro tramo es el rush final, donde volvemos a ver las calles macilentas, lúgubres, cuando el protagonista se vuelve a ver acosado y su paranoia explota. La música de Miklós Rózsa (“El ladrón de Bagdad”, “Perdición” o “Ben-Hur”) acompaña sin dejar huella.
Spoiler:
Momentos recordables, aparte del ya mencionado del arranque: El tramo del zoo, Bill ha seguido a jane hasta el zoológico, allí Bill primero observa alegre los animales, haciendo chanzas con los monos a los que imita en voz alta en sonidos y gestos, entonces la algarabía y el sentirse él como los animales enjaulados hace que su mente estalle, recordándole su pasado de la Guerra; El terrorífico momento en que Bill es condenado además de a prisión, a 18 latigazos con “un gato de nueve colas”, con una escena escalofriante, como ponen a Bill amarrado de espaldas en una X gigante, vemos a un burócrata sentado tomando nota, y a un verdugo con un látigo, recordándonos que la reinserción social de los presos es una milonga, y trayéndonos a la mente que aún en pleno SXX estaban arraigadas en nuestra sociedad normas propias del Medievo inquisitorial.
Film sin muchas pretensiones, que entretiene, posee algunos momentos apreciables, una notable ambientación, aunque con un final torpón y acomodaticio. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Momentos recordables, aparte del ya mencionado del arranque: El tramo del zoo, Bill ha seguido a jane hasta el zoológico, allí Bill primero observa alegre los animales, haciendo chanzas con los monos a los que imita en voz alta en sonidos y gestos, entonces la algarabía y el sentirse él como los animales enjaulados hace que su mente estalle, recordándole su pasado de la Guerra; El terrorífico momento en que Bill es condenado además de a prisión, a 18 latigazos con “un gato de nueve colas”, con una escena escalofriante, como ponen a Bill amarrado de espaldas en una X gigante, vemos a un burócrata sentado tomando nota, y a un verdugo con un látigo, recordándonos que la reinserción social de los presos es una milonga, y trayéndonos a la mente que aún en pleno SXX estaban arraigadas en nuestra sociedad normas propias del Medievo inquisitorial.
Film sin muchas pretensiones, que entretiene, posee algunos momentos apreciables, una notable ambientación, aunque con un final torpón y acomodaticio. Fuerza y honor!!!