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Voto de TOM REGAN:
7
7,7
7.817
Cine negro. Intriga. Drama
Frank Jessup es un enfermero de urgencias que acude a una mansión para atender a la señora Tremayne que, según parece, ha intentado suicidarse. Sin embargo él sospecha que en realidad alguien ha intentado asesinarla. Allí conoce también a Diane, la hijastra de la señora Tremayne, una joven delicada, sensual y un tanto inestable, ante la que cae rendido inmediatamente. (FILMAFFINITY)
23 de junio de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
137/19(21/06/18) Sugerente film noir realizado por el ucranio Otto Ludwig Preminger, un enfermizo thriller guionizado por Oscar Millard (“Hablan las campanas”), Frank S. Nugent (“El hombre tranquilo”) y el no acreditado Ben Hecht (“Encadenados”), desarrollando un argumento original de Chester Erskine (“Todos eran mis hijos”), para una producción de la RKO y Howard Hughes. En un relato que con todos los ingredientes del cine negro genuino como son la atmósfera opresiva, la amoralidad reinante, asesinatos, un antihéroe arrastrado al fatalismo, y por supuesto una femme fatale, estos elementos mezclados de modo sugestivo y a ratos fascinantes, en una historia que deconstruye con saña los celos patológicos, el egoísmo, el poder de manipulación femenino, ello apoyándose el director en una ambientación formidable, con una cámara expresiva y una música incisiva. Y todo esto potenciado por una actuación maravillosa de Jean Simmons, mujer ambigua, desconcertante, posesiva, manipuladora, dulce, y sobre todo magnética. No puedo decir lo mismo de Robert Mitchum que no se sabe si es que le pagaron lo que pretendía, si es que le sentó malamente la comida, o es que entonces iba a la Academia Chuck Norris de Interpretación, solo así se explica una inexpresividad tal como la que despliega en la cinta, su rostro pétreo es de una rigidez mediocre.
Posee un comienzo atractivo, provocando en el espectador enigmas por resolver, presentando a los protagonistas de forma rápida, la llegada de una ambulancia a una mansión de Beverly Hills, una mujer aturdida dice haber sufrido un intento de asesinato por el gas de la chimenea, a lo que el marido no da credibilidad, tras los pertinentes auxilios a la mujer intoxicada un enfermero cuando se iba de la casa encuentra a una bella chica tocando el piano, habla con ella y ante su histerismo él le da un guantazo (esto tuvo su intrahistoria en el rodaje), este es el modo de conocerse de los dos protagonistas, y a partir de aquí cual araña meticulosa-manipuladora ella comienza a tejer sus hilos sobre el enfermero, toca sus puntos débiles, sus sueños (su proyecto de un taller para autos de lujo), sus dudas, sus frustraciones, para ir envenenándolo poco a poco, y lo peor es que él lo ve venir y aun así no puede escapar a su egocéntrico impulso. Preminger desarrollando un relato con picos de intensidad cortante, en un increscendo punzante, con giros dramáticos que remueven, hasta llegar a un final de los que se te quedan por siempre.
Entre sus defectos está el ya mencionado del hierático Mitchum, acentuado por un comportamiento un tanto errático e incongruente; también adolece de alguna arritmia, que hace parezca alargarse el metraje algo más de lo requerido.
El corazón del relato es la relación entre Diane (Jean Simmons) y “Frank (Robert Mitchum), establecido desde el principio de modo violento en esa mencionada bofetada, marcando una pauta sadomasoquista entre ambos, donde ella es la dominante, la maestra de marionetas que lo mueve a su antojo, sus momentos juntos resultan turbadores por unos diálogos inteligentes, llenos de mordacidad e ironía, produciéndose un malsano juego del gato y el ratón, donde los dos parecen tener el control pero solo uno (en este caso una) sabe las verdaderas debilidades del otro, la aparente ingenuidad de ella, frente al tipo rudo con mucho mundo (el prototipo macho Alfa), pero las apariencias engañan, las armas de mujer son más poderosas que el físico. La complejidad fluye entre los dos, la ambigüedad de las intenciones de uno y otro provocan al espectador, lo motivan sin saber bien cuáles son los resortes psicológicos en este duelo de voluntades torcidas, donde el narcisismo, el egoísmo, los celos, el amor no correspondido, la envidia, el odio, el masoquismo, la lujuria se mueven por el aire cual éter invisible pero epidérmico.
Frank es un tipo corriente, con anhelos, que por azr se cruza con la sexy Diane, se siente atrído por su carisma y fuerte personalidad, consciente de la perfidia de ella pero se sabe enredado en sus invisibles hilos de manipulación, cuanto más intenta huir más se une a ella, “Te quiero a mi manera, pero… Qué hombre estaría a salvo con una mujer como tú?”, le dice a ella, marcando su sino inseparable o cuando también Frank le espeta “Estas jugando con fuego, y no te lo aconsejo en una habitación llena de gas”, señalando lo tóxico de su relación. Frank es un hombre atrapado entre dos mujeres, su angelical novia Mary Wilton (Mona Freeman), le ofrece estabilidad, seguridad, cariño, y la otra es la seductora Diane Tremayne (Jean Simmons), ofreciéndole una vida palpitante, oscura, incierta, dinero, pero sobre todo incertidumbre. Robert Mitchum lo encarna con rostro pétreo, da igual lo besen o juzguen por asesinato, su cara no cambia, demasiado frío, imperturbable, flemático, nada parece afectarle, y esto cruje cuando no se produce la química requerida con la gran Jean Simmons, es como si quizás no le gustara su papel, pues que hubiera dejado paso a otro, Mitchum es un gran actor, pero aquí echa un borrón.
Jean Simmons encarna a "cara de ángel", una joven Diane de 20 años que derrocha belleza, de mirada que te deja grogui, elegante, parece frágil, sensible, dulce, pero tras esta fachada esconde un ser egoísta, celoso, narcisista, críptico en sus acciones, maquiavélica, solitaria. Los celos de ella lo corrompen todo, celos de su madrastra por el amor que tiene a su padre, celos de la novia de Frank, lo cual la sume en una huida hacia adelante destructiva. Ello en consonancia con el clima de grandes carencias moral donde la personalidad de Diane se asienta de modo perverso, una sociedad que moldea realidades y verdades, expresado por el abogado de ella, Fred Barrett (Leon Ames) cuando Diane le dice que ella le está contando la verdad, el letrado le responde “La verdad es lo que decida el jurado”.
Posee un comienzo atractivo, provocando en el espectador enigmas por resolver, presentando a los protagonistas de forma rápida, la llegada de una ambulancia a una mansión de Beverly Hills, una mujer aturdida dice haber sufrido un intento de asesinato por el gas de la chimenea, a lo que el marido no da credibilidad, tras los pertinentes auxilios a la mujer intoxicada un enfermero cuando se iba de la casa encuentra a una bella chica tocando el piano, habla con ella y ante su histerismo él le da un guantazo (esto tuvo su intrahistoria en el rodaje), este es el modo de conocerse de los dos protagonistas, y a partir de aquí cual araña meticulosa-manipuladora ella comienza a tejer sus hilos sobre el enfermero, toca sus puntos débiles, sus sueños (su proyecto de un taller para autos de lujo), sus dudas, sus frustraciones, para ir envenenándolo poco a poco, y lo peor es que él lo ve venir y aun así no puede escapar a su egocéntrico impulso. Preminger desarrollando un relato con picos de intensidad cortante, en un increscendo punzante, con giros dramáticos que remueven, hasta llegar a un final de los que se te quedan por siempre.
Entre sus defectos está el ya mencionado del hierático Mitchum, acentuado por un comportamiento un tanto errático e incongruente; también adolece de alguna arritmia, que hace parezca alargarse el metraje algo más de lo requerido.
El corazón del relato es la relación entre Diane (Jean Simmons) y “Frank (Robert Mitchum), establecido desde el principio de modo violento en esa mencionada bofetada, marcando una pauta sadomasoquista entre ambos, donde ella es la dominante, la maestra de marionetas que lo mueve a su antojo, sus momentos juntos resultan turbadores por unos diálogos inteligentes, llenos de mordacidad e ironía, produciéndose un malsano juego del gato y el ratón, donde los dos parecen tener el control pero solo uno (en este caso una) sabe las verdaderas debilidades del otro, la aparente ingenuidad de ella, frente al tipo rudo con mucho mundo (el prototipo macho Alfa), pero las apariencias engañan, las armas de mujer son más poderosas que el físico. La complejidad fluye entre los dos, la ambigüedad de las intenciones de uno y otro provocan al espectador, lo motivan sin saber bien cuáles son los resortes psicológicos en este duelo de voluntades torcidas, donde el narcisismo, el egoísmo, los celos, el amor no correspondido, la envidia, el odio, el masoquismo, la lujuria se mueven por el aire cual éter invisible pero epidérmico.
Frank es un tipo corriente, con anhelos, que por azr se cruza con la sexy Diane, se siente atrído por su carisma y fuerte personalidad, consciente de la perfidia de ella pero se sabe enredado en sus invisibles hilos de manipulación, cuanto más intenta huir más se une a ella, “Te quiero a mi manera, pero… Qué hombre estaría a salvo con una mujer como tú?”, le dice a ella, marcando su sino inseparable o cuando también Frank le espeta “Estas jugando con fuego, y no te lo aconsejo en una habitación llena de gas”, señalando lo tóxico de su relación. Frank es un hombre atrapado entre dos mujeres, su angelical novia Mary Wilton (Mona Freeman), le ofrece estabilidad, seguridad, cariño, y la otra es la seductora Diane Tremayne (Jean Simmons), ofreciéndole una vida palpitante, oscura, incierta, dinero, pero sobre todo incertidumbre. Robert Mitchum lo encarna con rostro pétreo, da igual lo besen o juzguen por asesinato, su cara no cambia, demasiado frío, imperturbable, flemático, nada parece afectarle, y esto cruje cuando no se produce la química requerida con la gran Jean Simmons, es como si quizás no le gustara su papel, pues que hubiera dejado paso a otro, Mitchum es un gran actor, pero aquí echa un borrón.
Jean Simmons encarna a "cara de ángel", una joven Diane de 20 años que derrocha belleza, de mirada que te deja grogui, elegante, parece frágil, sensible, dulce, pero tras esta fachada esconde un ser egoísta, celoso, narcisista, críptico en sus acciones, maquiavélica, solitaria. Los celos de ella lo corrompen todo, celos de su madrastra por el amor que tiene a su padre, celos de la novia de Frank, lo cual la sume en una huida hacia adelante destructiva. Ello en consonancia con el clima de grandes carencias moral donde la personalidad de Diane se asienta de modo perverso, una sociedad que moldea realidades y verdades, expresado por el abogado de ella, Fred Barrett (Leon Ames) cuando Diane le dice que ella le está contando la verdad, el letrado le responde “La verdad es lo que decida el jurado”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Resto de secundarios cumplen en su labor de apoyo: Herbert Marshall como Charles Tremayne que está correcto en su rol de padre y esposo caza-dotes; Barbara O’Neil, la madrastra Catherine, está bien sin más; Mona Freeman como la novia Mary, deja buen poso, sobre todo en su duelo con Jean Simmons, maravillosa como descubre sus aviesos movimiento enmascarados de altruismo; Y para mí el mejor de los no protagonistas es Leon Ames, fantástico como abogado inteligente, sagaz, y sobre todo el epítome del film, amoral en el modo en que riza la “justicia” a su antojo.
La puesta en escena marca a fuego emocionalmente el estado de ánimo requerido para cada situación y personaje: Rodándose en exteriores de Beverly Hills (Los Ángeles-California) y en los platós de RKO Studios, con dirección artística de Carroll Clark (“Kinhg Kong” o “Mary Poppins”), y Albert S. D’Agostino (“Retorno al pasado” o “Encadenados”), esto potenciado por la cinematografía de fotografía de Harry Stradling Sr. (“Un tranvía llamado Deseo” o “My Fair Lady”), donde se manejan muchos enfoques expresivos que dicen más de lo que se ve, como cuando Diane toca el piano, sabemos que su mente está maquinando cual víbora, la cámara adora a la Simmons, quedándose fija en ella en varias ocasiones en silencio, como cuando mira por la ventana o en ese paseo final por la vacía mansión, sabemos que un halo trágico envuelve sus pensamientos, asimismo se juega con los cromatismos grises, con planos largos, acentuando la tensión; Y esto adornado por la música del ucranio Dmitri Tiomkin (“Solo ante el peligro” o “Gigante”) de piano y orquesta, de tonos melancólicos.
Preminger tenía fama de "duro" con las estrellas de sus rodajes. Es famosa la anécdota del enfrentamiento entre Robert Mitchum y el director a causa de una secuencia donde tenía que abofetear a Jean Simmons. Preminger no estaba satisfecho de su resultado y mandó repetirla hasta conseguir que la actriz llorara de dolor. Tras unas cuantas tomas, Mitchum se hartó y le dio una bofetada a Preminger, pero de las que el director exigía. Tras la sorpresa inicial y hecho una furia, Preminger buscó al productor, Howard Hughes para pedirle que echara a Mitchum del proyecto, pero el productor no atendió la exigencia.
En el momento de realizarse esta película, Jean Simmons mantenía una tortuosa relación romántica con el promotor de la película, el magnate y productor, Howard Hughes.
El personaje de Frank Jessup es atípico en el género del noir, y es ni un asesino, ni cómplice de ellos, es un víctima colateral de la mujer fatal.
En conjunto me queda una buena muestra de cine negro. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena marca a fuego emocionalmente el estado de ánimo requerido para cada situación y personaje: Rodándose en exteriores de Beverly Hills (Los Ángeles-California) y en los platós de RKO Studios, con dirección artística de Carroll Clark (“Kinhg Kong” o “Mary Poppins”), y Albert S. D’Agostino (“Retorno al pasado” o “Encadenados”), esto potenciado por la cinematografía de fotografía de Harry Stradling Sr. (“Un tranvía llamado Deseo” o “My Fair Lady”), donde se manejan muchos enfoques expresivos que dicen más de lo que se ve, como cuando Diane toca el piano, sabemos que su mente está maquinando cual víbora, la cámara adora a la Simmons, quedándose fija en ella en varias ocasiones en silencio, como cuando mira por la ventana o en ese paseo final por la vacía mansión, sabemos que un halo trágico envuelve sus pensamientos, asimismo se juega con los cromatismos grises, con planos largos, acentuando la tensión; Y esto adornado por la música del ucranio Dmitri Tiomkin (“Solo ante el peligro” o “Gigante”) de piano y orquesta, de tonos melancólicos.
Preminger tenía fama de "duro" con las estrellas de sus rodajes. Es famosa la anécdota del enfrentamiento entre Robert Mitchum y el director a causa de una secuencia donde tenía que abofetear a Jean Simmons. Preminger no estaba satisfecho de su resultado y mandó repetirla hasta conseguir que la actriz llorara de dolor. Tras unas cuantas tomas, Mitchum se hartó y le dio una bofetada a Preminger, pero de las que el director exigía. Tras la sorpresa inicial y hecho una furia, Preminger buscó al productor, Howard Hughes para pedirle que echara a Mitchum del proyecto, pero el productor no atendió la exigencia.
En el momento de realizarse esta película, Jean Simmons mantenía una tortuosa relación romántica con el promotor de la película, el magnate y productor, Howard Hughes.
El personaje de Frank Jessup es atípico en el género del noir, y es ni un asesino, ni cómplice de ellos, es un víctima colateral de la mujer fatal.
En conjunto me queda una buena muestra de cine negro. Fuerza y honor!!!