Levemente autobiográfica, el mayor mérito de esta buena película, y resulta casi obvio decirlo, es su guion original, justamente recompensado con el Óscar, única estatuilla de cuatro nominaciones: al eficaz montaje, y a las dos mujeres (la groupie y la madre) como secundarias, excelentes Kate Hudson (revelación) y Frances McDormand (enésima reconfirmación).

Su director y guionista se muestra muy cómodo en un mundo que conoce bien, plasmando a la perfección los intríngulis de la vida de un grupo musical: las tensiones, las incomodidades, la vida desenfrenada, las personas que giran alrededor (como las citadas groupies o las parejas), y lo hace acertadamente a través de la mirada reflexiva y lúcida de un chaval (un reflejo de sí mismo), que lleva al espectador por donde quiere el autor, manteniéndolo siempre interesado.

Crowe se toma su tiempo para contar a su gusto la historia, pues quiere (y consigue) desarrollar suficientemente a sus personajes, aun a costa de alargar un pelín el metraje, en una cinta de buena factura, bien interpretada y con una banda sonora excelente, como no podía ser menos.