La sensación que deja "God Bless America" es agridulce, porque sus intenciones son infinitamente mejores que sus resultados. Y es que su premisa de dos inadaptados alzándose en armas con la mediocridad encarnada en el mundo reality, parecía poder cumplir los más salvajes y secretos sueños de todo aquel que alguna vez se haya encarado con ese circo de máscaras y egos grotescos que sintetiza perfectamente cada programa de la televisión basura.

La cuestión es que Bobcat Goldthwait, que ya indagó en el enfrentamiento entre la masa y el individuo en la genial "World Greatest Dad" esta vez yerra el tiro dispersándose y lo que inicia de forma prometedora se diluye por su falta de cohesión y coherencia interna. El protagonista (un estupendo Joel Murray) es diagnosticado de un tumor terminal y decide que ya puestos a morirse, se llevará por delante todo lo que a su juicio hace que el mundo sea peor. Y aquí es cuando empiezas a relamerte: estrellas de la telebasura, jurados de Operación Triunfo, gente de la que se pone a hablar con el móvil cuando está el cine...

Pero la película se dispersa, no sabe si quiere profundizar en la amistad entre los protagonistas, o quiere criticar la sociedad en general, o los realities en particular y todo esto a un ritmo claramente ortopédico, haciéndose tedioso en ocasiones y en otras animándose de repente como una descarga eléctrica, sin que te hagas el cuerpo a semejantes cambios de tercio.

A pesar de algunas pinceladas de humor negrísimo marca de la casa (tiene unos pocos diálogos que rozan el Olimpo) y de que me resulta moralmente imposible suspender a una película en la que suena el "School's out" de Alice Cooper, el resultado final acaba siendo flojito y eso que la última secuencia es tan previsible como épica y catártica.

Recomendada en todo caso a personas que piensan que todo el mundo menos ellos merecería morir.