Mientras Ridley Scott comienza con garra y se diluye sin remedio en la más rabiosa mediocridad de unos años a esta parte, Tony Scott, sin haber facturado obras tan relevantes, ha sabido mantenerse con constancia sin abandonar las premisas básicas de su cine.

Con "Revenge", el hermanísimo factura una delirante combinación de drama romántico, western, acción e incluso película de Kevin Costner, pero es que además la cosa contiene mágicos poderes porque si la pones doblada se añade un nuevo género: ¡la comedia!

Y es que como no partirse la mandíbula escuchando a Anthony Quinn hablando como el Paco Martínez Soria mexicano o esa música vibrante de medio sintetizador flamenco cuya composición bien amortizó Tony poniéndola en todas las escenas. Pero es que Scott no se queda corto imprimiendo su marca de fábrica, esa sempiterna tensión gay entre los personajes masculinos que al igual que en Top Gun rebosa de frases con doble sentido y sospechosos looks a lo Rob Halford. Aquí la historia de amor no se la cree nadie y ni siquiera Madeleine Stowe se viste de piloto, así le pasa lo que le pasa, no como Kelly McGillis, a la que sí le fue mejor.

La historia es totalmente absurda y pasada de rosca, muy en la línea de "El fuego de la venganza" aunque contando "Revenge" con la ventaja de haber reposado veinte años envejeciendo de una forma irresistiblemente kistch. Esa fotografía amarillenta, ese rollo tensión Leone, esos diálogos de enamorados besugos, esas miradas A Que Te Crujo...Todo en "Revenge" grita que acaban de salir de los ochenta.

Lo más sorprendente es darte cuenta de que si Scott, el hermano malo, hubiese rodado esta película a ritmo de videojuego, sería una película de Tarantino.