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República Checa República Checa · Praha
Voto de Johan Liebhart:
7
6,5
70
Animación. Drama Desgarrado drama muy influenciado por la estética del No, el teatro kabuki, y las marionetas bunraku. (FILMAFFINITY)
30 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Una noche de luna, la doncella se sentó como siempre, perdida en la oración. Repentinamente, le llegaron dos cartas en ramitas de ciruela y la paz terminó. El lamento del poeta, la exigencia del guerrero..."

Así comienza la primera narración de «Motomezuka», la dramatización Noh de una antigua fábula poética del siglo XI que Kihachirô Kawamoto adapta bajo el nombre de «Kataku» o «House of Flame».

Sus marionetas de tez blanquecina, al estilo de los muñecos hina, cobran especial fuerza en esta historia de personajes espectrales, de almas en pena condenadas por las obsesiones propias y ajenas a un destino atroz.

Kawamoto refuerza la fantasmagoría del relato con contrastes de luz, transposiciones y tintes de color que exprimen todo el potencial de su estilo de animación. Perfilado junto al checo Jiří Trnka, su maestro y gran artesano de la animación de títeres (La mano, 1965), quien le animó a componer sus obras manteniéndose fiel al espíritu cultural de su país. Llevándolo a conformar una estética teatral centrada en la economía de la forma siempre consciente de sus raíces sintoístas.

«House of Flame» se enmarca en una historia clásica del folklore nipón y, con ello, Kawamoto despliega la iconografía típica (las máscaras Oni, la puerta Tori, la figura del monje...) que van demarcando el trance sobrenatural de los personajes. De tal modo, emplea pinturas de vidrio para los fondos, que se sobreponen a la textura de los elementos naturales del ambiente para lograr un singular expresionismo.

Aunque, para mí, lo que consigue elevar esta historia por encima del olvido y la mediocridad, es su fantástica composición musical. Capaz de conjugar el ambiente con la narración y crear una auténtica atmosfera de cuento sobrenatural a pesar del áspero minimalismo del argumento. No es de extrañar cuando uno descubre que el encargado de musicalizar la obra no es otro que Tôru Takemitsu, colaborador frecuente de Teshigahara, Kobayashi, Shinoda y artífice de la banda sonora de Ran de Kurosawa.

Un cortometraje interesante y muy depurado, aunque siento que Kawamoto alcanzó su cenit creativo con su siguiente obra «Fusha no sha» (To Shoot Without Shooting, 1988) terminando de consagrarse como artista.
Johan Liebhart
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