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Voto de The Motorcycle Boy:
8
Drama Delft, Holanda, 1665. Griet entra a servir en casa de Johannes Vermeer, el cual, consciente de las dotes de la joven para percibir la luz y el color, irá introduciéndola poco a poco en el mundo de su pintura. Maria Thins, la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros. Griet se enamora de Vermeer, aunque no está segura ... [+]
28 de julio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en pleno siglo XVII. Ciudad de Delft, Holanda. Griet, una joven muchacha, se despide de su familia. Nunca pensaron que llegarían hasta tal extremo, pero la vida es así. Su padre, un buen pintor de cerámica azul (propia de dicha ciudad), quedó ciego, por lo que el dinero dejó de entrar en la casa en la forma en que lo hacía con anterioridad. No tuvieron más remedio pues que enviar a servir a la muchacha. Fue acogida, como sirviente, en casa de los Vermeer.

Olivia Hetreed, en el guión, y Peter Webber, en la dirección, resolvían, a su modo, el misterio que envuelve la identidad de la muchacha que inspiró al gran Vermeer, para pintar una auténtica obra maestra del siglo XVII holandés: la joven de la perla. Tal tarea se resolvía de un modo excepcional, contando con una factura técnica de altos vuelos, impregnada ésta por la pulcritud que caracteriza al cine británico para con este tipo de cintas. La ambientación es digna de admiración, la música es precisa, el vestuario está realmente conseguido y la fotografía es más que notable. A todo ello, le sumamos una dirección correcta, más unos actores de primer nivel (Colin Firth, Scarlett Johansson o Tom Wilkinson) que escenifican, con tino y esmero, los entresijos, a medio camino entre la ficción y el arte, que busca resolver, la tal Olivia Hetreed, desde el guión.

En fin, cinta notable que se ve con gusto, sumergiendo al espectador en una catarsis sentimental, cimentada en un guión sin fisuras que ahonda en el tema sin darse uno cuenta, de la que saldrá un lienzo (cinematográfico) equilibrado, detallista y milimétrico. Noventa escasos minutos de buen cine.
The Motorcycle Boy
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