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Voto de josesisbert:
6
Drama El señor Vila es un hombre honrado que trabaja como contable en la Central Harinera. Tiene cuatro hijos y está casado con la señora Adela, buena esposa y excelente madre. La familia vive apaciblemente en perfecta armonía hasta que, un buen día, todo se viene abajo cuando Elvira discute con sus padres y se escapa de casa con Jorge, un joven noble que desgraciadamente muere en un accidente. Además, el señor Vila pierde el empleo a causa de su honradez. (FILMAFFINITY) [+]
29 de julio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me está gustando tantísimo este menester que es bien posible que me lance a comentar más de una de las obras de mi genial abuelo. El placer supremo será comentar también algunas en las que aparece mi madre junto a su papi que adoraba.
“La familia Vila” debe entenderse primero como un producto de sus tiempos. Rodada en 1949, o sea diez años justo después de nuestra Guerra Civil y apenas cuatro años tras la sangrienta refriega de la Segunda Guerra Mundial, el argumento sirve de pretexto a una apoyada crítica social defendiendo los valores tradicionales y familiares que el gobierno de entonces deseaba para España.
La figura del narrador nos recuerda otra película apenas posterior que utilizó el mismo recurso introductor, con una voz familiar y de tono perfecto que nos explica el contexto primero, acabando con la conclusión moral que se impone. En “Bienvenido Mister Marshall” se utilizaría de manera igualmente oportuna.
Las imágenes clásicas de la iconografía del régimen ocupan casi toda la trama, dejando apenas un ligerísimo margen para ciertos detalles que se pretenden picarescos pero que no llegan a serlo. Por ejemplo, algunos de los pasajeros de la tercera clase del tren, que no son ni truculentos y ni alcanzando a ser reales.
Entre los iconos de aquellos tiempos aparece como figura de proa la madre ejemplar, María Francés, siempre en casa velando por el bienestar de su prole, esposa atenta, paciente y cariñosa con todos. En el guión carece de personalidad salvo al servicio de un concepto, lo que resulta muy difícil de entender cuando se describe a una mujer española, de las que la mayoría van sobradas.
Otras figuras emblemáticas son el abuelo cariñoso y detallista con sus nietos (Modesto Cid) y los miembros de la numerosa prole, rasgo importante en aquellos tiempos sin tele. Había que hacer muchos hijos para cubrir las pérdidas de la guerra y para llenar los trenes que poco después partirían a Alemania. Casi casi como ahora, aunque en los hogares apenas se cuenten hijos.
La familia Vila se compone de la hija ejemplar, Maruchi Fresno, a la que esperará más tarde una carrera fenomenal en el cine, trabajadora y casi ciega, del hijo brillante en sus estudios, Jesús Colomer, noble de corazón y de sentimientos, de la hermana pequeña, Liria Izquierdo, un cielo de frescura que ya se está convirtiendo en mujercita y, por supuesto, de la díscola Elvira, Juana Soler, la hija mayor rubia, guapa y díscola si cabe, rebelde en aquellos tiempos en los que rebelarse era un lujo.
Otras figuras clásicas pueblan esta cinta con apariciones esporádicas pero notablemente marcadas: el barcelonés y precioso Parque de la Ciudadela, sirviendo de marco para presentarnos una idílica imagen del pueblo catalano-español bailándose la tradicional sardana al comienzo y al final de la cinta. También aparecerá el cura de barrio, figura emblemática de las familias burguesas aportando sus consejos como director espiritual si cabe, razonable siempre como icono indispensable.
El mensaje general es que se debe y se tiene que obedecer a los padres, en particular si son trabajadores bien integrados en el sistema vertical y honrados por encima de todo, caiga quien caiga aunque sean ellos más tarde los que deban estrellarse. También se valora el amor sincero, aunque acabará peor que mal porque no empezó como debiera. La justicia inmanente se ensañará con sus trágicos destinos.
La propaganda del régimen aparece en todas partes, tanto en la trama como en diversas secuencias. Los astilleros de Bilbao son un modelo digno de encomio, con un propietario preocupado exclusivamente del bienestar de sus gentes y del futuro de la empresa, y de sus afanados trabajadores respetuosos con su amo. La idílica imagen sorprende por su incongruencia. Esa propaganda también figura en los comités de vecinos y en los domingos en el parque en los que varias generaciones se reúnen para bailarse una sardana, única ocupación que se nos muestra como digno ejemplo de ciudadanía y de amor patrio.
La fotografía es interesante y de excelente factura, con algunos planos originales y prometedores de Pablo Ripoll. Los decorados son sencillos, al servicio siempre de la idea general de mostrar una España limpia y ordenada, moral, con la familia como núcleo central y el trabajo.
En cuanto a la interpretación, cabe resaltar la frescura de los dos hijos más jóvenes, Jesús Colomer y Liria Izquierdo por su espontaneidad y naturalidad, comunicando mucha vida a sus secuencias. María Francés interpreta a una madre y a una esposa siempre atenta y protectora, irreprochable en su trabajo.
Maruchi Fresno me recordó a mi madre María, con idéntica silueta y unas mímicas muy parecidas, sensible siempre sin caer en la ñoñería. Su interpretación es muy digna, pues no tenemos que olvidar que ella hizo lo que Iquino le había pedido. Calculando años, deduje que si mi madre no interpretó ese papel sería porque estaría embarazada o cuanto menos la imaginación proyectando.
Juana Soler tiene un papel maravilloso al que, a mi entender, no supo sacar partido. Me parece un desperdicio que le falten tantos matices, lo que su belleza natural no suple.
En cuanto a la figura de mi abuelo Pepe Isbert, el padre de esta familia Vila, su trabajo es simple y llanamente magistral. Esté donde aparezca su presencia arrolla, destaca y enternece. El poder de su mirada y de sus gestos nos seducen, hombre de pequeña estatura dotado de un carisma sorprendente.
Pero lo que más me agradó fue la voz de mi abuelito al que siempre llamé yeye. En 1949 su voz todavía no se había cascado como la recordaríamos y la reconoceríamos más tarde, una voz entrañable y ronca, única entre miles. En la familia Vila el tabaco de picadura que fumaba todavía no se había ensañado con sus cuerdas vocales. Me encantó oír a mi abuelo tal y como habría sido en sus años de teatro.
¡Quiero verle más, porque el disfrutarle en el cine me está abriendo el apetito!
josesisbert
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