Vaya con el retorno de Woody Allen a sus orígenes, pero no a sus orígenes de comedia, sino a su estereotipo de película por excelencia.

Efectivamente es un retorno literal, porque es más de lo mismo o un enésimo retrato del Woody Allen maniático que ha hecho su agosto a base de estamparnos sus diarreas mentales una y otra vez.

Algunos, incluídos los críticos, se sentirán cómodos viendo el mismo cliché de determinados directores repetido hasta la saciedad, hasta tal punto que si no sacan algo similar a lo que les tienen acostumbrados, ya no vale. Pero la verdad es que el tema cansa y mucho. Y desde hace un par de años (el tiempo que tarda Woody en hacer dos películas) se echa de menos algo bueno y diferente acorde con su calidad como director, cosa que no niego.

La película me ha parecido otra castaña enorme, que habría parecido muy "cool" en los años 70-80, pero que a estas alturas no sólo no sorprende, sino que aburre soberanamente.

Los monólogos de Woody Allen en boca de Larry David terminan resultando pedantes y sobrecargados, por muy nihilistas o geniales que pretendan ser. La estética y fotografía de teleserie americana teatralizada tampoco ayuda.

La aparición de nuevos personajes que animen un poco la historia del sopor que produce, se retrasa demasiado. Puede haber algún toque de humor (bastante tópico por cierto, pero humor al fín y al cabo) también hacia el final de la película pero que no consigue levantar la impresión general de que estás viendo un truño.

En fín, Woody Allen repitiéndose como el ajo. Muy sobrevalorada.