Y la magia es el punto principal de la segunda temporada, claro. Pero he ahí el quid de la cuestión... ¿Hasta qué punto se ha hecho bien en firmar una segunda temporada, y ahora una tercera, con spin off de Wonderland incluido? Quedaban historias que contar, claro. Muchos cabos sueltos (aunque eso no debería ser problema para quienes cerraron 'Lost' como la cerraron), muchos cuentos que nos gustaría haber visto introducidos en la trama... Y bueno, entendámonos. La primera temporada dejó claro que habría segunda, pero eso no tendría por qué haber sido así. August podría haber sido Baelfire y el padre de Henry al mismo tiempo (todos lo pensamos al ver la cara de Emma ante su primera aparición, ¿no?), al romperse la maldición podrían haber regresado todos al Bosque Encantado, ser felices y comer perdices; un par de flashbacks para contarnos de dónde salieron Henry y el misterioso libro que cuenta las historias de todos, Pero ya se sabe; lo que vende, se revende. Y sino que se lo digan al bueno de Jack Sparrow... Pero esa es otra historia y ha de ser contada en otra ocasión. El enfoque de la segunda temporada de Érase una Vez es bueno, y saben encauzarlo argumentalmente para reenganchar al espectador. Falla en que no es tan potente ni convincente como la primera temporada, aunque le salvan muchas cosas; el carisma y la evolución de los personajes, el llegar a plantearse que los malos no son tan malos sino más bien personajes estancados en su escala de grises, el encanto de una curiosa versión de Garfio que habrá encandilado a más de una... Si bien el final de temporada no es tan intenso y arrebatador como el de la primera, el enfoque hacia la próxima temporada sí lo es. Se nos presenta ahora el enfrentamiento contra el País de Nunca Jamás, donde conoceremos a un Peter Pan muy diferente de aquel al que nos tienen acostumbrados los cuentos. La primera temporada estaba muy clara: Había que romper la maldición. Fue efectivo, salió bien, fue una temporada redonda. La segunda fue la temporada dedicada a la magia, al precio por usarla, por traerla, a sus consecuencias. Funcionó, aunque más porque ya estábamos acostumbrados a encariñarnos con la serie que a otra cosa. Les hará falta más que eso para mantenernos junto a una tercera, pero argumentos no les faltan. El lema de la tercera temporada, al menos de su primera mitad, será la importancia de creer. Creer en ti mismo, en los demás, en tu familia. Creer en todo en lo que siempre has creído y no ceder tras tus convicciones. ¿Tendrán Peter Pan y compañía el potencial para darnos una tercera temporada más rotunda? Queda menos de una semana para empezar a comprobarlo...