Hay algunos directores a los que a veces se les olvida que lo realmente bueno de la vida, y de los elementos que la habitan, como por ejemplo el cine, son las cosas sencillas, y digo sencillas, que no simples, nos estrujamos el cerebro buscando algo impactante, diferente, que casi siempre resulta ser absolutamente desechable e innecesario. Normalmente no vamos al cine como el que se presenta a una oposición, o como el que hace frente a un terrorífico examen del que va a depender el resto de su vida, no vamos al cine a realizar un esfuerzo sobrehumano para entender lo que nos cuentan. No nos gusta evidentemente que nos tomen por tontos, pero tampoco lo contrario, que te hagan sentir tonto por no captar o comprender en toda su magnitud lo que nos relatan.
Nolan se muestra innovador tanto en lo que cuenta y también en como lo cuenta, un montaje sin duda original que camina en sentido contrario a como suceden habitualmente las cosas. A mí en particular eso me obliga a realizar un desgaste gratuito, que para compensar tiene que estar muy justificado en su desenlace, o en este caso en su inicio. No he hallado esa justificación por ningún lado, por lo tanto el resultado final me ha parecido mediocre para lo que me propone y exige. No me agrada ese juego donde te piden tanto y a cambio no te dan demasiado.
Hay fases de la película realmente buenas y algunos personajes bien construidos, como por ejemplo los señores Jankis. Los actores en general se muestran convincentes, el guión bastante aceptable, el montaje como ya queda dicho muy novedoso, es decir también tiene cosas interesantes. De todas formas yo no he captado en ningún momento, ni por asomo, nada que justifiquen esas buenísimas críticas y alabanzas que he leído sobre ella. No digo que no sea un icono o una obra de culto, aunque desde mi punto de vista le falta mucho para ese calificativo.