Aunque no es la obra maestra sobre el maltrato de la que había oído hablar, reconozco que es una película necesaria. En el caso de las mujeres, para que a muchas se les abran los ojos a una realidad que se niegan a ver. Con respecto a los hombres, para que sean conscientes de dónde están los límites de una relación en pareja. Incluso pese a que pueda pensarse que la violencia de género nos es ajena, sí nos afecta; porque a este paso, tal y como está el tema, muchas chicas terminarán por meternos a todos en el mismo saco ante la duda de si sus novios serán machistas con ellas.
Buena interpretación de Laia Marull, pero para mí la película la salva Luis Tosar. Marca, punto por punto, los síntomas del maltratador. Desde su mirada de desconfianza, hasta crisparse por cualquier tontería montándose una historia de celos irreal en su cabeza. Y eso que el tío iba a terapia y se creía curado...
De todas formas, me sobra Rosa María Sardá en el papel de la madre (necesario, por otra parte, para comprender el cambio de mentalidad según las generaciones), a veces es un poco lenta y no acabó de engancharme. Eso sí, el último acto de humillación denigrante que Antonio comete con Pilar es absolutamente impactante. Hace bueno el dicho de que una imagen vale más que mil palabras.
Mi nota: 7,3