"Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra" sería una vulgar cinta comercial de aventuras, que lo único que tiene de especial es que intenta revivir las magníficas películas del irrepetible héroe espadachín inmortalizado por Errol Flynn. Pero ni Orlando Bloom llega a la suela del zapato al mismo, por mucho que hayan querido clonarlo (de hecho, en todas sus interpretaciones este actor nunca cambia su expresión facial), ni Geoffrey Rush tiene demasiada relevancia como el villano Barbosa, además de desaprovechar el talento de Keira Knightley, encasillándola como la típica chica que han de salvar y de la que sólo interesa su belleza. Lo único salvable de esta película para no darle un suspenso es Johnny Depp, que vuelve a demostrar que es uno de los grandes del cine actual gracias a su camaleónica personalidad. Si otro actor hubiera tenido que interpretar al Capitán Jack Sparrow, estaríamos hablando de un amaneramiento exagerado. Sin embargo, Depp consigue sorprendernos con un rol muy versátil, ya que su personaje es sinvergüenza, noble, cómico, excéntrico, maniqueo y heroico, todo al mismo tiempo. En mi opinión, Depp aceptó este papel por su sueño de convertirse por un día en pirata, pero está claro que la película no está al nivel de su calidad (como todas las producidas por Jerry Bruckheimer, un tipo capaz de realizar series sensacionales para la TV, pero inexplicablemente también auténticos bodrios cinematográficos).
Partiendo de la idea de que "Piratas del Caribe" está basada en una atracción de Disneyland, se nota que está concebida para un público familiar, incluso demasiado infantil (no hay más que ver las estúpidas conversaciones que mantienen los guardias ante Sparrow), alejándose de la sobriedad y rigor de, por ejemplo, "Master and Commander"