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España España · A Coruña
Voto de Carli:
10
Drama Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
16 de abril de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La desgracia enseña al hombre la verdad, abre los ojos a la vida. Watanabe, es usted un hombre maravilloso, me impresiona su espíritu de rebeldía, ha sido hasta ahora un esclavo de la vida y ahora esta intentando convertirse en su amo, porque gozar la vida es el deber del hombre, malgastar la vida es una profanación de Dios. El hombre debe ser codicioso y vivir, porque la codicia es virtud, especialmente de aquello que sirve para gozar de la vida”

Alejada de las grandes películas épicas de samurais, "Ikiru" representa una de esas joyas de valor incalculable, en la que Kurosawa reflexiona sobre muchísimos temas: la muerte, la soledad, la vejez o el sentido de la vida y su carácter efímero. El ambiente pesimista que reina en la obra se puede poner en contexto, con esa sociedad nipona que todavía tiene muy recientes las heridas que ha dejado tras de sí la Segunda Guerra Mundial.

La cinta se abre con un primer plano de la radiografía de un estómago. Una voz en off nos cuenta que dicha imagen pertenece al protagonista de la historia, víctima de un cáncer del que él no sabe nada. El narrador nos presenta la situación de Kanji Watanabe, funcionario público, que pasa su vida en un monótono trabajo de oficina como jefe de la Sección de Ciudadanos de una entidad estatal. Sentado sobre su viejo escritorio, se le acumulan los expedientes encima de la mesa. Para él lo único importante es mantener su puesto, de hecho no ha faltado ni un solo día en los treinta años que lleva empleado. Él es una persona deprimida, apática, triste y con una vida completamente insatisfactoria. "La momia", como lo llaman sus compañeros, vive atrapado en una vida superflua, vacía, preso de un hastío vital que le imposibilita ser feliz.

Un día le diagnostican una úlcera de estómago, aunque él sabe que padece de un cáncer y que le resta menos de un año de vida. Su primer impulso será derrochar todos sus ahorros en una noche de juerga. A continuación intentará ligar con una empleada alegre, espontánea y atrevida, aunque sin el resultado esperado. A partir de ese instante comenzará a recapacitar y reflexionar sobre lo vacía que ha sido su vida hasta ese momento. Así las cosas, iniciará una especie de viaje existencial intentando ser útil, algo que justifique su presencia en este mundo. Pese a las trabas que se encuentra por el camino, conseguirá llevar a cabo el proyecto que tiene entre manos, crear un parque infantil sobre una zona de aguas fecales.

La película, como las buenas comidas, se cocina a fuego lento, no siendo apta para espectadores inquietos y ávidos de cine trepidante. Ese ritmo pausado acrecienta esa monotonía que caracteriza la existencia de nuestro protagonista. Kurosawa dota a su obra de una audaz estructura narrativa, dividiéndola en dos partes, la primera con una narración lineal de los acontecimientos, y la segunda con flashbacks de los últimos meses de vida de Kanji mientras diversos personajes le recuerdan durante el velorio. Pese a ser una obra pesimista, el director japonés le da ese toque melancólico que la convierte en una película mágica. El cineasta nipón aprovecha el filme para arremeter duramente contra la lenta burocracia, que ralentiza nuestras vidas.

Lección de cine del maestro Kurosawa. Un canto a la vida. El genio japonés nos hace ver que hay que disfrutar de la vida mientras podamos, porque como diría Jorge Manrique:

"Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando"
Carli
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