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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Drama En junio de 1971 The New York Times y The Washington Post tomaron una valiente posición en favor de la libertad de expresión, informando sobre los documentos del Pentágono y el encubrimiento masivo de secretos por parte del gobierno, que había durado cuatro décadas y cuatro presidencias estadounidenses. En ese momento, Katherine Graham (Meryl Streep), primera mujer editora del Post, y el director Ben Bradlee (Tom Hanks) intentaban ... [+]
2 de febrero de 2018
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Los archivos del Pentágono

“Ninguna sociedad democrática puede existir sin una prensa libre, independiente y plural”. Kofi Annan

No recuerdo con exactitud si fue hace 47 o 48 años, en algún cine de la Ciudad de México, que tampoco recuerdo -esto comienza a ser preocupante-, vi una película que me dejó boquiabierto. Se trataba de "El diablo sobre ruedas" una cinta asombrosa, realizada con un raquítico presupuesto y dirigida por un joven desconocido de apenas 25 años de nombre Steven Spielberg. Supe que era su "opera prima" y me prometi que, en adelante, seguiría muy de cerca la carrera de este cinesta que tan gratamente me había sorprendido.
Pues bien, depués de casi cinco décadas, Spielberg ha resultado ser uno de los directores más prolíficos, rentables y exitosos en la historia del cine. Una amplia panoplia de realizaciones de todo género forman parte de su extensa filmografía: ha fantaseado con dinosaurios, nos ha aterrorizado con la furia depredadora de un gigantesco tiburón asesino, ha creado al más entrañable extraterrestre jamás soñado, nos ha abandonado a nuestra suerte sobre las mortíferas arenas de las playas de Normandía, ha dado vida a héroes legendarios del cómic o, cómo olvidarlo, nos ha estremecido hasta las lágrimas con las víctimas del holocausto. Y todas ellas fueron un éxito de taquilla y de público. Por esa razón este director infalible es conocido como "El Rey Midas de Hollywood".
Y para mayor gloria en su carrera, toca ahora con idéntico virtuosismo una de las teclas que hasta hoy había dejado inédita: el periodismo. "Los archivos del Pentágono" es una obra maestra y no me atrevo a imaginar siquiera las enormes dificultades que supuso el montaje de esta soberbia realización. Todo el talento de Spielberg queda aquí nítidamente expuesto. Desde espectaculares secuencias encadenadas, brillantes diálogos milagrosamente legibles entre el griterío de un babélico gallinero, travelings imposibles, hasta el confuso ajetreo de decenas de actores moviéndose de un lado para otro en las oficinas, despachos y pasillos de la redacción, pasando por el claqueo ininterrumpido de las máquinas de escribrir; y en los talleres escuchamos el golpeo frenético de las linotipias, el runrún casi poético de las rotativas y, por si fuera poco, la muy didáctica y magistral lección que nos ofrece de la compleja maquinaria que interviene en la edición de un diario hasta llegar a manos de sus lectores. Un ejercicio de narración realmente sorprendente y digno de admiración y agradecimiento.
Y queda claro que si además contamos con la colaboración de dos actores de primerísima fila y enorme prestigio -también esa elección supone un acierto o mérito del director -como son Meryl Streep, en el papel de la aristocrática Katherine Graham, propietaria y editora de "The Washington Post" y Tom Hanks como Ben Bradlee, su aguerrido e insobornable director, el éxito está más que garantizado.
La historia que nos cuenta Spielberg está ampliamente documentada, y a disposición de cualquier curioso en las hemerotecas, sobre un execrable hecho ocurrido en los EE.UU. al inicio de los 70 durante la nefasta administración de Nixon. Contraviniendo el espíritu de la 1ª enmienda, significó uno de los mayores atentados contra la prensa libre en la historia de aquel país. Pero prevalecieron la dignidad, valentía e integridad de un equipo de hombres que arriesgaron sus carreras, prestigio e, incluso, su propia libertad, al decidir enfrentarse heróicamente al Estado para abortar uno de los más ominosos intentos de abuso de poder contra la prensa libre.
Y nada más, porque, ya ven, llevado por el entusiasmo -a veces me ocurre- he prolongado innecesariamente esta reseña, cosa que atenta gravemente contra la acreditada paciencia de mis improbables lectores. Y eso también supone un ominoso abuso.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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