Qué maravilla ser seguidor del séptimo arte. Tras ver películas como ésta, cruda realidad engalanada de la mas pura belleza cinematográfica, uno no se puede quedar impasivo ante el mundo que nos muestra. Dura, sangrienta y horrible en su fondo pero extremadamente elegante y calculada en su forma, esta poderosa cinta brasileña nos muestra la vida de multitud de chavales en el gueto de “Ciudad de Dios”, situado en la ciudad de Rio de Janeiro, a través de tres décadas distintas (los 60, 70 y 80) y con la narración de “Buscapé”, una de las pocas personas con motivación artística y capacidad suficiente para salir de la extrema situación de pobreza y violencia que se vive en aquel lugar, donde la ley y el orden son poco mas que una utopía.
Su gran virtud es no jugar con la fácil manipulación del espectador, sino que muestra lo que quiere y como quiere a través de su fantástico montaje, su mas que cuidada fotografía, su estupendo guión (para mas inri basado en hechos reales) y sus poderosas interpretaciones (imprescindible su visionado en versión original).
Lección de cine sin género concreto, “Ciudad de Dios” atrapa al espectador y lo suelta dejándole huella, mostrando al mundo que el buen cine puede nacer en cualquier lugar del planeta. Nadie podrá escapar a sus encantos y a su cruda realidad, del mismo modo que sus protagonistas no pueden escapar de la suya. No escatima en violencia, tampoco en recursos, y a través de sus mas de dos horas de metraje, nos demuestra que la extrema dureza puede ser incluso bella a través de la pantalla. No es mera casualidad, es la terrible belleza del más puro cine.