Los coen, esta vez, hacen una película intimista y real. En esta época en la que los efectos especiales estan a la orden del dia, en lo que lo más importante es tener unos buenos efectos especiales, los Coen dan un soplo de realidad a la industria de Hollywood.

Las interpretaciones son totalmente creibles, el desconocido Michael Stuhlbarg te hace meterte en su personaje, no sobreactua en ningun momento, y hace que llegues a sentir lastima de él. Éste entra en una espiral de desgracias que lo llevan a una estado de angustia, llegándose a preguntar por que su Dios le está haciendo esto. La percepción que tenía de su vida, es totalmente distinta a la realidad. Los rabinos son totalmente Coenianos, a cual mas estrafalario. La voz de Sy en versión original es totalmente relajante, como su papel, con su afán de consolar al marido de su amante, los Coen lo clavan con él.

La música te envuelve, no deja de ser un pianito con un fondo, minimalista, pero hace perfectamente su función, como todo en esta película.

En todo momento, los Coen no dejan de sorprenderte, dejandote con una sonrisa permanente, con sus toques de humor negro e inteligente. Muestra de ello, la conversación que tiene el padre del alumno surcoreano con el profesor, impresionante muestra de diálogo delirante, que te saca una sonrisa por la situación.

No es la mejor película de los Coen, no está al nivel de Fargo ni de El Gran Lebowski, pero es una película muy completa, sin grandes aspavientos, pero que al final te da que pensar: me podría pasar a mí....